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LA ESFINGE INDIANA

los ojos luminosos de un adolescente

sirio,

vendedor de un

bolícb~

de la

calle Moreno, de quien be aprendido más filología que en el "Cbaldée

Lexicon" de Davidson. No dude el lector que

-

si hay lagunas

-

ellas

son efecto de mi precipitación. En todo momento ha existido la pre-

,

ocupación de abondar basta encontrar el suelo virgen.· En algunos

cas.os

,

be recurrido a las autoridades de cada materia.

He sometido, pues, cuestionarios especiales al

Dr.

Joaquin Fren–

guelli, especialista en geología; al

Dr.

Franz Kübn, en fisiografía argen–

tina; al

Dr.

Francisco Pingsford, en astronomía. El Prof. David Croce

ha realizado una diligente búsqueda en los autores respecto a la presencia

del león en la Grecia antigua; el Prof. Francisco Aparicio me ha facili–

tado fotografías de objetos de su propiedad y elementos de información

recogidos en su reciente viaje.a Perú y Bolivia.

.

Además de los ya indicados, expreso mi agradecímiento a los zoólo–

gos

Dr.

Roberto Dabbene y

e~

Director del Museo de Historia Natural de

Buenos Aires, Prof. Martín Doello Jurado, al primero

por

haberme pro–

porcionad0 elementos de estudio en la cuestión del caballo, y al segundo en

la de los moluscos. El

Dr.

Alberto Castellanos, botánico del mismo Mu–

seo, me ña dirigido en la euestión de las palmerias amet!icanas, Por fin, la

suerte de los hallazgos, como dicen los franceses, me ha hecho encontrar en

Buenos Aires a un bipó fogo de pt!imera fuerza, el pintor animalista M.

Magne de la Croix, quien posee sofüe la historia del caballo una erudición

que el mismo DafJo.ene considera en su justo mérito.

El DiteM r; del Museo Etnográfico de la Faoultad de Filosofía y Le–

tras,

·Dr.

Salvador Debenedetti, ha facilitado mi estudio de la colección

Devoto, la más completa de Sud América en lo que concierne a los pueblos

del Océano

Pacífic~.

Merecen una mención tambíén

1

los colaboradores artísticos: los dibu–

jantes

A~

Oyarzu y prof.

C.

Villalobos-Domínguez, el topógrafo T.

Cannizzaro y él artista Jorge Kalz, a quien se debe la ponderable pre–

paración de las láminas.

:

Con todo, este escrito no contiene la verdad. Sería una pretensión

ingenua.para un libro que pasa en ieseña a t4nios .autores que han pre–

dicado

'~la

verdad".

Se propone, más simplemente, evitar el

error, o

el mayor número

posible de

errores.

Algunos de éstos son ya conocidos como tales, y ·es

por

simple ignorancia de hechos que la generalidad sigue aceptándolos.

Otros aparecen

por

primera vez, y en esto consiste la modesta contribu–

ción original de mi trabajo, si se exceptúan las comprobaciones positivas