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nos: en el cetro, . en las aj orcas, en los
discos, en las armas, en los grandes are–
tes que pendían de los deformados lóbu-·
los broncineos, en el broche da las san–
p~lias,
en las rodilleras ... ·;.. ;.
Hacia un extremo de la terraza, Pau-
I·: ar y Koillur, de la familia del Inka, na-.
cidos los dos en la comunidad de
U
ska–
maita, dialogaban tiernamente sobre su
oculto amor.
-Eres tan hermosa-decíale él-co–
mo la hija del amanecer. Tienes el color
de ese l{a.ntut tierno que dá sus flores'
cerca al
ba-
o de la ñusta. Tienen tus
cabellos el
pe-rf
me del amankae;
y
en
tus labio
~cuenta
el Kenti-guardas
muy
dulce miel. Son tus ojos tan negros
y
tranquilos como los de la taruka;
y
tu
cuerpo es tan ágil y esbelto que vence–
rías en gracia a las llamitas del Inti.
~lla
suspira y, sin levantar los ojds,
,
sonr1e.
En torno al Inka, se han reunido los
gue.rreros. Un aire de solemnidad
y
gran-
1
deza anima todos los semblantes. Se pre–
·paran .
;ª
esc·uchar la, palabra del señoti
Unico,
y
las
testas coronadas de multico–
tores
plumajes
inclínanse
ante la
Mas-:
kapaicba
que .se
yergue.