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Alejada, aislada, solitaria,
con10 esas
grandes señoras orgullosas venidas a me–
nos y que ocultan su pobreza en la soledad
de su retiro: así tú, pueblo glorioso,
te
re–
cogiste sobre tí mismo y viviste tu vida de
recuerdos. Madre ejemplar, jamás esqui–
va, siempre dadivosa,
sien1pre solícita,
nunca que la patria recla1nó tu auxilio,
nunca dejaste de ofrecerla vidas y rique–
zas.
Las almas heróicas de tus valerosos hi ..
jos no d1sminu eron la fama de tus mayo–
res.
Qué promesa eres para el porvenir, qué
voz de esperanza, qué clamor de gloria,
qué orgullo de raza, qué escudo de
f
é, qué
blasón de altivez.
Abuela nuestra, mil veces
coronada,
abuela de la A1nérica, guarda tus tesoros,
guarda tus misterios, cuida de tu tradi–
ción, conserva tus esfinges: llega ya la au-,
rora, germina el renacimiento, se abrillan–
ta el cielo, las almas se purifican, los ojos
ven claro, se siente el rumor de la Vida
Nueva, salin1os del infierno dantesco hacia
la luz· se aleja, se aleja el presente. ¿Qué