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zóse el dominio hispano; después de la do–
rada leyenda de la estirpe solar, la ley nda
trágica y voluptuosa del hidalgo guerrero
de adarga y lanzón; la casona castellana de
portalón blasonado, el grande patio pleno
de sonoridad y de luz, en el claustro en
ti–
nieblas, silbante el viento, la casa de Dios,
enorme y magestuosa, con la primacía de
todas las artes, la calle estrecha y oscura,
tenebrosa encrucijada; el alto ca1npanari
que derrama la piedad a la hora del ánge-
us; la plaza
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laza silenciosa
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L arte, la pla–
el s lI ·o horripilante
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M~caeI~
Bastidas la
aza ue a rece alucinada en las noches
de luna, que se pone blanca como una lla–
nura, que se pone triste con la tristeza
abismante de las sombras de las son1bra
enormes de los templos gigantes.
Oh alma española, quedas te aprisiona–
da, las cosas tienen tu esencia de inuer–
te; tus ruinas de palacios soberbios, jun–
to a las ruinas del templo del Sol; las ple–
garias de tus caballeros, los suspiros de
tus bienamados, las blasfemias
y
los jura-
1nentos se confunden con las lágrimas, con
los gemidos de la raza vencida.
Y la música de los triunfadores
y
la mú-