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verdes, negras, rojizas, eran todo el paisa–
je cuando la primera luz comenzn a des–
parrarnarse oleaginosamenle.
Conmovióse el mundo desde sus cimien–
tos; estrías, retículas de fuego, llamaradas
después, rasgaron la noche. Retumbó el
espacio, repitiéndose el eco millones de
veces. Cesado el clamor, del cielo bajó el
Agua, y en el cuévano abierto en lo más
alto de una cumbre hizo su morada.
Del vientre del Agua, nació \Virakocha.
WIRAKOCHA.
ca
nacido del ,Agua contempló la
ie-r-ra
d sde el alta cun1bre.
atigantes llanuras plú1nbeas, apenas
resquebrajadas por el cataclismo. El fue
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go del sol calcinaba las rocas. Un hálito vi""'
tal le inovió a obrar, e hizo entonces la lu–
na y las estrellas, sedantes de luz para
montes
y
planicies quemados por el ardor
del día. La noche no fué ya la hórrida
igualdad de lo 1nismo: retrato de la nada.
Alternó las claridades, pero El era el Uni ..
co en todo lo creado e increado.
l\·f uy
triste es la soledad aún para los
dioses. Pensó en darse compañía, así fue–
ra la de seres imperfectos. Y creó al Hom–
bre de Piedra.