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R. CÚNEO - VIDAL

(la "gente") de los Quechuas, en el sentido de que quedaban ex–

duídas de la condición

gentil

o propiamente

h'umana,

las gentes

pertenecientes a agrupaciones distintas.

Nanacca H

aqqit.e,

en Tiahuanaco,

y

runacuna

en el Cuzco fue–

ron, como se ve, el equivalente americano del término

gentiies

en

Homa antigua, designación que vemos repercutir en las voces gen–

tilismo, gentiUcio, gentileza, gentilhombre, etc., de las lenguas neo–

latinas.

Nosotros la denominamos civilización

protocollagi¿a.

Cabe decir que la civilización andinoperuana conoció, antes

de merecer este nombre, dentro del orderi de ideas a que nos ve–

nimos ciñendo, los siguientes períodos, durante el proceso de su

desenvolvimiento secular:

De los Embriocollaguas atlánticos,

De los Precollaguas del riñón del continente americano,

De los Protocollaguas de Tiahunaco,

para conocer posteriormente los siguientes :

De los Collas de Hattun Colla

y

Paucar Colla,

De los Qu chuas del Cuzco.

Al asigna veinte siglos al período

protocollagu~

propiaplente

dicho, contrariando en este caso especial al profesor Arthur Pos-

. nanski, que le asigna no menos de

niieve mil años,

nos fundamos

en que el mismo, sometido a comprobación filológica, única de que

disponemos, no pudo, en rigor, aventajar en más de seis siglos a

los períodos que denominaremos neocollaguas,

que

continuaron su

ritmo lingüístico

y

cultural, por el hecho de ·no advertir entre

ellos una falta de continuidad apreciable;

y

en que una antela–

ción de nueve mil años retrotraería la civilización de Tiahuanaco

a épocas colocadas fuera del alcance de la crítica histórica moderna

y

ajenas de todo posible contacto con la organización social

y

es–

tadal que la conquista castellana halló vigente en el Collao

y

en

las restantes secciones del Tahuantinsuyo incaico.

l\tiil años bastaron para que la lengua latina, al retoñar en sus

hijas las neolatinas, sufriera una transformación

substancial

de su

filología y de su gramática.