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Don Anselmo Rojo, coronel a quien
alguna vez sus mismos comprovincianos
no supieron hacerle justicia, era un es–
píritu noble, el prototipo del criollo de
verdad, del criollo de la moral de antaño,
que posponía sus intereses individuales
al interés común, que exponiendo su vi–
da
y
su fortuna, abrió su casa a los pa–
triotas para tramar allí planes de cam–
paña
y
hacer allí mismo el cuartel gene–
ral de las ideas de libertad de las pro–
vincias del Norte, en la hora de la mas
franca opresión.
No fué tal vez un militar destacado
por sus planes de batalla; pero era va–
liente, desinteresado, generoso
y
franco,
argentino como sabían serlo los hombres
de otros tiempos en que se moría en los
ca:mpos de batalla grlitando "¡Viva la
patria!".
Rojo no echaba en olvido la abierta
hostilidad
y
las persecuciones de que el
tirano Rosas hizo objeto a Don José de
Ballivián, cuando este, a raiz de la tenta-