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los tiranos, esos
f
o1'nidables enemigos
dentro de la propia casa, mas abomina–
bles cien veces que la misma opresión ex–
tranjera.
Colmada así la medida de las amarguras,
sedientos de libertad y de venganza, los
patriotas tucumanos, reunidos secreta–
mente en la casa del entonces coronel Don
Anselmo Rojo, juraron en nombre de la
patria
y
de sus hijos perseguidos, ases–
tar el primer golpe a la tiranía en las pro–
vincias del Norte.
Este grito de guerra se oyó en todas las
Provincias Unidas del Plata y su eco,
que pareció conmover hasta la inmensa
mole de Los Andes,
f
ué a extinguirse
recién el 3 de Febrero de 1852 en los cam
pos de Monte Caseros.
¡
Cuantas esperanzas de paz animaron
la guerra!
¡
Cuantos anhelos del bien para
la patria desearon el mal para el tirano !
¡Cuantos sentimientos de amor y de li–
bertad inspiraron el odio
y
la vengan–
za!