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regreso a Jujuy, y como se negara a infor–
mar sobre los desconocidos derrotados por
C~ceres,
fué mandado fusilar, atado a un
arbol que hasta no hace mucho se con–
servaba en pié en el paraje denominado
San Pedrito, a las puertas de la capital
jujeña.
Cinco años mas tarde, cuando la revo–
lución que estalló en Tupiza y La Paz de–
rrocó al gobierno de Ballivián, este se in–
ternó en territorio argentino; pero al lle–
gar a Uquía, fué reconocido por Cáceres
que lo persiguió hasta cerca de la fron–
tera de Chile.
!turbe también, el q' por tanto tiempo
cifiera su frente con la vincha escarlata
de la Santa Federación, tuvo un fin trá–
gico: deshecha la mazorca, huía de Ju–
j uy escondido en una carreta cargada de
pasto ; pero descubierto, como si el olor
de la sangre conque tantas veces tiñó
sus manos, le hubieran delatado, fué con–
ducidG a San Pedrito para sufrir la mis–
ma muerte, junto al mismo árbol en que