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ta los resentimientos que separan a los
hombres. Todos los lugareños se entre–
gan por igual al culto de Dios y conf un–
didos en la caile principal de la villa, con
los que llegan de las a ldeas vecinas, se
empeñan en improvisar chozas con las ra–
mas y f lores que algunás veces son lleva–
das de largas distancias para el mayor
mérito de la obra.
;El viernes santo, reina por la tarde el
más profundo silencio en señal de reco–
gimiento; por la noche, después del ser–
món de soledad en la iglesia, es llevado
en procesión un extraño ataud cubierto
de negro.
E l fúnebre cortejo recorre silencioso la
calle principal, y en cada choza es de–
positado por turnos el ataud, para rezar
un corto responsó que oficia el sacerdo–
te que preside el duelo. El indio cree fir–
memente que allí está el sacrosanto cuer–
po de su Dios que murió crucificado y
ese acto de redención que se repite año
por año, obra en su espíritu en forma be–
néfica tocando su sensibilidad de alma pa-