Table of Contents Table of Contents
Previous Page  132 / 174 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 132 / 174 Next Page
Page Background

- 108 -

y hasta nos procuró algunas amistades.

El indio que contratamos como guía, nos

refirió, cuando emprendíamos la marcha

de regreso, que nuestro obsequio había

vuelto la tranquilidad a los aparcenses,

algunos de los cuales hubieron de pedir–

nos cuenta de nuestro sacrilegio. La ca–

s ucha en que habíamos pasado la noche,

el mejor edificio de la aldea, era nada me–

nos que la capilla del Cementerio de Apar–

zo, de cuyas cruces habíamos atado las

cabalgaduras.

Nuestro cicerone, de cuya amistad

no podíamos dudar, se había entregado

abiertamente a nuest ro servicio, condu–

ciéndonos por los ma s pintorescos sende–

ros y caminos de la montaña hasta la cum–

bre mas alta desde donde la vista domina

el hermoso panorama de Zenta.

En aquella altura, nuestro hombre, con

una locuacidad extraordinaria, como po–

seído de un espíritu superior, nos señala–

ba los sitios que habíamos dejado atrás

en la marcha ascendente, teniendo para