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ción de una mina que requiere, además
del esfuerzo personal en el sentido mate–
rial de la palabra, la inteligente dedica–
ción y la inventiva para luchar con las
dificultades que se presentan en todo en–
sayo.
E st a desidia, no es otra cosa que la
resultante de la educación de nuestro pue–
blo, que pierde la mitad de su vida en teo–
rizar.
Los que adquieren un título en las uni–
versidades de l país, h a n pasado mucho de
su juventud aprendiendo en los libros,
f ormnlismos que casi s iempre exceden a
las necesidades de la vida real, y cuando
h an abandonado las aulas, se entregan de
lleno a la corriente de la vida social o a
la política, para labrarse una posición eco–
nómica mas o menos independiente, o se
traspapelan entre los expedientes de una
oficina pública, suprema aspiración de los
fracasados de la vida; y cuando a sus co–
nocimientos teóricos han podido agregar
alguna práctica, ha muerto ya su juven-