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aron una vez, hasta las borateras de
Purmamarca, algunos capitales extranje–
ros, confirmándose de inmediato los hala–
gadores pronósticos que precedieron a la
iniciación de los trabajos.
Fué necesario este ensayo hecho por per
.sonas extrañas, pa:ra de8pertar ia curiosi–
dad entre los hijos de la Provincia que,
desde entonces, asombrándose de lo que
les resultaba un misterioso secreto arran–
cado a las arideces de las cumbres, comen–
zaron poco a poco, venciendo la descon–
fianza del éxito, a solicitar del gobierno,
pequeñas concesiones de tierras en la re–
gión minera que habíase descubierto.
El éxito más franco coronó sus esfuer–
zos, lentamente, nuevos capitales argen–
tinos y extranjeros hicieron de aquellas
soledades una población flotante de casi
tres mil hombres que, con el auxilio de
algunas maquinarias, arrancaban sus ri–
quezas a las montañas, convirtiendo esos
terrones, que marchaban por tren rumbo
de Buenos Aires, en pan y vestidos para