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ron ser algunos de los jesuitas expulsa,.
dos por los españoles de virreynato del
Río de la Plata, llevaban una negra vieja,
tal vez alguna esclava de origen africa–
no.
La negra, enfermó de gravedad y cre–
yéndola próxima a morir, fué abandona–
da entre los indios, para quienes una
persona de piel tan obscura, la primera
de esta raza que veían en su vida, era
un ser distinto del res to de la humani–
dad, un ser que debía encarnar algo de
diabólico: debía ser la encarnación de ese
Diablo, de quien los misioneros tanto ha–
bíanles contado.
Pero la muerte respetó por esa vez a
la enferma; sanó y lejos áe ser ultima–
da por los indígenas, f ué para estos por
algún tiempo la curandera de la tribu, la
que quitaba las pequeñas dolencias, apli–
cando los conocimientos de medicina que
había adquirido en su larga vida de es–
clavitud entre los jesuitas.
Un día, coincidfp la desaparición de