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máquina v1eJa y desgastada y como si a
los tres mil y tantos metros de altitud en
que arrastra s u existencia, la puna pesa–
ra de una manera formidable sobre su
débil organismo.
Alcoholista por necesidad en razón de
los crudos días del invierno serrano, ha
demarcado en una forma irritante un
lí–
mite insalvable entre él y la mujer: esta
es la bestia de carga, el vehículo en cuyas
espaldas viaja la "guagua" durante las
penosas y largas travesías, la hembra en
el rodeo y el peón de mano de su dueño
y señor, que tiene sobre ella casi el dere–
cho de vida o muerte.
Era la semana santa. La comisión de
Replanteo del Ferrocarril a Bolivia, de la
que yo formaba parte, sentaba sus reales
en Rodero y aprovechando la holganza
de esos días de fiesta, emprendimos la
marcha, camino de Aparzo.
Mas de doce horas de trasponer filos y
de faldeos por entre las escarpadas mon–
tañas, nos llevaron al cerrar la noche a