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HORACIO H. URTEAGA

sino para fijarse en la persistencia del dolor. Llégase a una

concepción siniestramente pesimista de la vida. No existe

sino el dolor y La lucha. Todo lo que nace del hombre es pu–

ra ficción, la condición natural de éste es ser malo, y tam–

bién de la naturaleza. Dios es inclemente y vengativo, se

complace en enviar toda suerte de calamidades y desgra-

cias . .... .

De regular estatura, el indio, quizá más alto que bajo,

de color cobrizo pronunciado, de greña áspera y larga, de

ojos de mirar esquivo y huraño, labios gruesos, el conjunto

de su rostro, .en general, es poco atrayente y no acusa ni in–

teligencia ni bondad; al contrario, aunque por lo cÓmún

el rostro del indio es impasible y mudo, no revela todo lo que

en el interior de su alma se agita.

Su carácter tiene la dureza y aridez del yermo. Es

duro, rencoroso, egoista, cruel, vengativo y desconfiado .. ..

Su vida es parca y dura hasta lo increíble.

o sabe ni de

la comodidad ni del reposo. No gusta placeres, ignora lujos.

Todo lo que personalmente no le atañe, lo mira con la

pasividad resignada del bruto y vive sin entusiasmos, sin an–

helos, en quietismo netamente animal. Cuando se sientz

muy abrumado o se atacan sus mezquinos intereses, enton–

ces protesta, se irrita y lucha con extraordinaria ener–

gía. ( 10).

Probablemente en la r emota época de su invasión a los

llanos del Collao, estos indios no conocieron más gobierno

que el militar del jefe de banda que los guiaba, como a lo

tártaros del siglo V; de hábitos sencillos y grosero , apenas

se habían elevado en religión, a los primitivo conceptos de

una vída ultramundana, y como consecuencia al culto de lo

muertos, del que hacían la base de sus creencias y cuyas ri–

tualidade era lo único que distraía u vida de la faena y de

la guerra. Así los halló todavía el diligente Cieza, en su

excursión de los primeros años del iglo XVI, y aunque,

bajo el influjo de la religión oficial de lo Incas, reconocían

la exi tencia en el Cielo del Ticci Viracocha de lo kechuas,

" pero, engañados del demonio, dice el croni ta, adoraban en

dio e di\ ersós, como todo los gentiles hicieron. . . . .

y

(10) .-Alcide Arguedas.

Pueblo enfermo.

Barcelona, 1910, c. JI.