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Este que véis aquí de rostro en óvalo alargado; nariz recta
y
pro–
minente; mejillas un tanto enjutas, pero fresca aún
y
lozanas, no
ob tante las muchas penalidades que lo muchos años le han aca–
rreado; ojos de mirada penetrante
y
vivaz, que completan el marco
de su fisonomía, coronada por la nieve de us lacio cabellos; en cuyo
conjlmto armonio o y ereno se retrata
~a
bondad, como e refleja el
sol obre las tranquila a ·u<
de nn lago, e
l padre Miguel Ángel
Mossi, uno de los filólogos m
eminente que exi
i~ron
e:n laArgen–
tina durante la primer Gen uria de u indepen,_dencia, y que, como casi
todos¡los grandes ho
e gu en el ;mundo han sido, legó a las gene–
raciones futuras el trabajo de
descúul'il'le,
porque su
con~emporáneos
le desconocieron, aunque alguno , 1os más ilustres, como Vicente Fi–
del López (padre), Rawson y :Mitre, entre los fallecidos, y algunos
pocos más de los que aun, por fortuna, nos quedan, entre los cuales
figura en primera línea el conocido profesor de arqueología
y
lingiiís–
tica [americana, doctor Samuel A. Lafone Quevedo, llegaron a com–
prender en todo su inmenso valor, la obra colo
al
del gTan filólogo y
políglota, cuyos descubrimientos de carácter ling'i'iístico marcan una
época en el estudio de lo
idiomas americanos
y
de la filología en
general.
Para la casi totalidad de sus contemporáneos permaneció de cono–
cido,
y
aun lo sería para la generación presente, si la Universidad ele
Tucumán, al concebir el generoso y patriótico propósito de editar las
obras póstumas clel padre Mossi, no viniese, afortunadamente, a
sacarle clel olvido en que yace.
?.lengua de las lenguas americanas sería si tal injusticia continua e