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lGO
RICARDO ROJAS
lan extremadamente cierta noche, que
alto
y
ala–
ridos despertaron á
los dueños de casa, quiene. acu–
dieron armados al aposento de donde aquello parlía,
para n1atar al pro1notor.
Los fabulistas del bosque ignoran cómo don
J
ua1 ,
dada su borrachera, pudo saltar por la ventana, esca–
pándose al monte. Pero ellos saben, -
eso sí, -
entre
los profusos episodios de esta vida accidentada
y
fe·
cunda, que el zorro sucumbió á garras del Tigre, por–
que á pesar de
er 1-a astucia, talento selvático y me–
diterráneo
P91'
excelenqia, no han querido procla1nar
su triunfo cu
re ía agitándose, oomo un nu1nen
antiguo en e
.
del bien, pues no es cie_rlo que
hayan de
se ~
efiniti
-s
las victorias del mal sobre la
tierra.