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PHOTII BIBLIOTHECA

460

du Sophiste Himerius, dont les Eclogre

sont extraites de la Bibl. de Photius entre

daos plus de détails en ce qui concerne

-Schott.... Il p::end

a

tache de pro

u

ver que

Schott n'a pas traduit lui-meme en entier

l'ouvrage de Photius, qu'il n 'aurait traduit

qu'environ la moitié et aurait confié le

reste

a

un jeune disciple peu versé dan s la

connaissance du grec. Dans la partie qui

est soignée et traduite avec élégance, on

reconnait, dit-il, la main de Schott, tandis

que ce qui suit trahit visiblement l'igno–

rance. Reprenant done l'observation fait e

par Fabricius (Bibl.

gt.

T.

1x,

p.

379),

qui,

aprcs Alegambe,

répet~

qu ' unjeunej és uite,

Philippe Suevezelius, 'aida beaucoup

a

édi–

ter Photius,

'i\T

ernsdorf

[sic]

cherche

a

éta–

blir la vraisemblance de cette assertion»,

dice también Backer

(m,

662) ,

á qui en co-.

pia Sommervogel, con la sola añadidura ó

advertencia de que «ce j eune j ésuite se

nommait Zwévezelle»

(vrr,

882- 83), ó sea,

Swevezelle (col.

1694)

ó Swevezeele (col.

I

7

2

5).

Alegambe, á quien se remite Fabricio y

copia Sotuelo (pág.

713),

dice así: «PHILIP–

PVS SvEVEZELrvs.... Vertit

e

Grreco acce–

ptam ah- Andrea Schotto, cui prolixam na–

uauit operam in edenda Photij Bibliotheca,

Auastasz"j Sinaztce úz Psalmwn VI. Dam'di

E xplanatz"onem .•..

»

( pág. 405) .

Aunque Alegambe no habl a aq uí e n tér–

minos expresos de la traducción, sino de la

edición de la

Bt"blioteca

de

F

ocio, no tene–

mos dificultad en admitir que pudiera haber

querido referirse también á la traducción.

Tampoco la tenemos en confesar que ésta

no es igual en todas sus partes ; sino que, al

lado de algunas, traducidas con verdadera

elegancia y conocimiento de la lengua gri e–

ga, hay otras en que deja harto que desear

la corrección del lenguaje ; ni parece h a–

berse entendido ó trasladado bien el texto

original, sobradamente obscuro, y a un

á

veces ininteligible, del revoltoso a utor del

Cisma de Oriente. Pero que lo primero

provenga precisamente de haber sido el

mismo P. Schott el que tradujo esas

pa rte~,

y

lo

segundo de haberse valido éste de

algún

<~j e une

disciple» ó de algunos <0eunes

Jesuites» para la traducción de las restan–

tes, no nos parece cosa tan fácil de probar

como se figuran nuestros críticos.

Por de pronto, el

P.

Schott, en el

Pró–

logo

que leemos al frente de la

B iblz"otheca,

no da la menor señal de que hubiese tenido

quien le aliviara su trabaj o, antes las da

muy claras de haber sido él solo quien lo

emprendi ó, y «constantiam

a

D..m

precatus»,

lo continuó «assidue»,

y

fin almente lo llevó

«ad extremum». Si con aciert o ó sin él,

tampoco es creíble que lo dejara de conocer

un hombre tan versado como el P. Schott

en esta labor literaria; así como tampoco lo

es que, si juzgaba lo primero, qui siera arro–

garse injustamente toda la gloi.:ia que pu–

diera acarrearle semej ante resultado; y si lo

segundo, se determinara á poner en

contin ~

gencia su bien merecida reputación de ex–

celente latino y fi el intérprete de los auto–

res griegos, por la necia pretensi ón de dar

salida

á

la obra que adoptaba y vendía por

suya, engafiando así á los incautos y dando

que maliciar á los advertidos é inteligentes.

E stas consideraciones, unidas á que no

siempre está del mismo temple un mismo

traductor, ni en todas ocasiones le vi enen

á

la pluma las frases más propias y elegantes,

y

á

que la mi sma variedad de estilo y obs–

curidad en la expresión, que aparece en el

texto griego de F ocio, pudiera influir no

poco en las desi g ualdades del latino, nos

h ace n sospech ar que, tal vez, ·no sea nece–

sa rio andar en b usca de una víctima sobre

quien echar los pecados, más ó menos g ra -

ves , de n uestra, por más de un título,

fa mosa traducción.

En todo caso , es de su poner que el Padre

Sch-ott la revisaría con detención antes de

adoptarl a ni da rle su nombre, aunque no

fuera más que por evitar cualquier descala–

bro, y la corregir ía también, á lo menos en

aquellos puntos en que la hall ara excesiva–

mente rastrera ó no muy confo rme

á

la

mente del autor n i á su modo de enten–

derle.