PHOTII BIBLIOTHECA
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du Sophiste Himerius, dont les Eclogre
sont extraites de la Bibl. de Photius entre
daos plus de détails en ce qui concerne
-Schott.... Il p::end
a
tache de pro
u
ver que
Schott n'a pas traduit lui-meme en entier
l'ouvrage de Photius, qu'il n 'aurait traduit
qu'environ la moitié et aurait confié le
reste
a
un jeune disciple peu versé dan s la
connaissance du grec. Dans la partie qui
est soignée et traduite avec élégance, on
reconnait, dit-il, la main de Schott, tandis
que ce qui suit trahit visiblement l'igno–
rance. Reprenant done l'observation fait e
par Fabricius (Bibl.
gt.
T.
1x,
p.
379),
qui,
aprcs Alegambe,
répet~
qu ' unjeunej és uite,
Philippe Suevezelius, 'aida beaucoup
a
édi–
ter Photius,
'i\T
ernsdorf
[sic]
cherche
a
éta–
blir la vraisemblance de cette assertion»,
dice también Backer
(m,
662) ,
á qui en co-.
pia Sommervogel, con la sola añadidura ó
advertencia de que «ce j eune j ésuite se
nommait Zwévezelle»
(vrr,
882- 83), ó sea,
Swevezelle (col.
1694)
ó Swevezeele (col.
I
7
2
5).
Alegambe, á quien se remite Fabricio y
copia Sotuelo (pág.
713),
dice así: «PHILIP–
PVS SvEVEZELrvs.... Vertit
e
Grreco acce–
ptam ah- Andrea Schotto, cui prolixam na–
uauit operam in edenda Photij Bibliotheca,
Auastasz"j Sinaztce úz Psalmwn VI. Dam'di
E xplanatz"onem .•..
»
( pág. 405) .
Aunque Alegambe no habl a aq uí e n tér–
minos expresos de la traducción, sino de la
edición de la
Bt"blioteca
de
F
ocio, no tene–
mos dificultad en admitir que pudiera haber
querido referirse también á la traducción.
Tampoco la tenemos en confesar que ésta
no es igual en todas sus partes ; sino que, al
lado de algunas, traducidas con verdadera
elegancia y conocimiento de la lengua gri e–
ga, hay otras en que deja harto que desear
la corrección del lenguaje ; ni parece h a–
berse entendido ó trasladado bien el texto
original, sobradamente obscuro, y a un
á
veces ininteligible, del revoltoso a utor del
Cisma de Oriente. Pero que lo primero
provenga precisamente de haber sido el
mismo P. Schott el que tradujo esas
pa rte~,
y
lo
segundo de haberse valido éste de
algún
<~j e une
disciple» ó de algunos <0eunes
Jesuites» para la traducción de las restan–
tes, no nos parece cosa tan fácil de probar
como se figuran nuestros críticos.
Por de pronto, el
P.
Schott, en el
Pró–
logo
que leemos al frente de la
B iblz"otheca,
no da la menor señal de que hubiese tenido
quien le aliviara su trabaj o, antes las da
muy claras de haber sido él solo quien lo
emprendi ó, y «constantiam
a
D..m
precatus»,
lo continuó «assidue»,
y
fin almente lo llevó
«ad extremum». Si con aciert o ó sin él,
tampoco es creíble que lo dejara de conocer
un hombre tan versado como el P. Schott
en esta labor literaria; así como tampoco lo
es que, si juzgaba lo primero, qui siera arro–
garse injustamente toda la gloi.:ia que pu–
diera acarrearle semej ante resultado; y si lo
segundo, se determinara á poner en
contin ~
gencia su bien merecida reputación de ex–
celente latino y fi el intérprete de los auto–
res griegos, por la necia pretensi ón de dar
salida
á
la obra que adoptaba y vendía por
suya, engafiando así á los incautos y dando
que maliciar á los advertidos é inteligentes.
E stas consideraciones, unidas á que no
siempre está del mismo temple un mismo
traductor, ni en todas ocasiones le vi enen
á
la pluma las frases más propias y elegantes,
y
á
que la mi sma variedad de estilo y obs–
curidad en la expresión, que aparece en el
texto griego de F ocio, pudiera influir no
poco en las desi g ualdades del latino, nos
h ace n sospech ar que, tal vez, ·no sea nece–
sa rio andar en b usca de una víctima sobre
quien echar los pecados, más ó menos g ra -
ves , de n uestra, por más de un título,
fa mosa traducción.
En todo caso , es de su poner que el Padre
Sch-ott la revisaría con detención antes de
adoptarl a ni da rle su nombre, aunque no
fuera más que por evitar cualquier descala–
bro, y la corregir ía también, á lo menos en
aquellos puntos en que la hall ara excesiva–
mente rastrera ó no muy confo rme
á
la
mente del autor n i á su modo de enten–
derle.