XII
PRÓLOGO
para nosotros; el tercero, las de autores q ue por notable espacio de tiempo
vivieron en e lla, y tienen derecho á que no los olvidemos.
Pero vaya aquí una advertencia. Tal vez sorprenda á alguno el que
incluyamos entre las seudónimas algunas obI'as en cuya portada aparecen
explícitos, con todas sus letras, los nombres y apellidos de sus verdade–
ros autores; cosa en que, á primera vista, parece, en efecto, que andamos
desacertados. Mas no es así. Bien sabemos que la seudonimia dice rela–
ci ón directa é inmediata al nombre; pero ésa es una r elación puramente
material, que ni siquiera tiene razón de ser , si no se termina en la persona
misma del autor; como que, al fin
y
al cabo, los nombres no son en sí más
que signos
y
notas individuales con que hemos convenido en representar
y distinguir las person as. D e donde se deduce q ue, siendo tan estrecha la
correspondencia que h ay entre las personas
y
sus nombres, la menor mo–
dificación que sufran éstos, por accidental que sea, e n
ord ~n
á lo que de–
bieran significar, tiene que influir necesariamente en aqu éllas, con expo–
sición tal vez, de confun dirlas y aun de falsearlas por completo.
Es lo
q~e
justamente ha sucedido á los autores de cu yas obras habla–
mos aquí. D espojóselos de su indispensable calificativo y no ta caracterís–
tica «de la Compañía de Jesús»; y eso, junto con la omisió n de l apelativo
mismo de «P adre», hizo que se cambiara y ad ulterara en cierto modo su
verdadera denominación, transformándolos en otros sujetos de sus nom–
bres y apellidos, que nada tuvieran que v er con la ContPañía.
Mas cúmplenos ad vertir que hemos andado lo más parcos que n os ha
sido posible en la indicación de los comprendidos en esa especie, como
si dij éramos, de seudonimia personal. Por supuesto, hemos prescindido en
absoluto de cuantos en el destierro de Italia, y extinguida ya la Compañía,
tuvieron que contentarse con el título de simples «Aba tes», µsado en aquel
país, ó de cualquiera otro, menos el legítimo suyo de que los privó Cle–
mente X I V. Aun respecto á los demás, hemos procurado limitarnos
á
aquellos que, con la indebida omisión de su título, quedaron tan des–
figurados que, quien no tuviera especial noticia de sus obras , fuera de
to d o punto imposible que los reco nociese por individuos qu e hubieran
pertenecido á la Compañía. Cuanto á los que no hay omisión ni cambio
que pueda hacerles perder el carácter de lo que fueron
y
confundirlos
con otros, nos pareció que no había necesidad de que los r ecordáramos;
por lo que, salvo algún caso excepcional, los hemos dejado de incluir en
este
Catálogo.