PRÓLOGO
XI
explicar en clase; aunque no era esto, ni podía ser, tan común como el
dejar ó encargará sus discípulos que estamparan en su propio nombre los
discursos, diálogos y ,demás composiciones que les dictaban ó repartían
escritas de su mano para que ellos las declamaran en los actos literarios.
Imitaban tan generoso desprendimiento los Prefectos de las varias con–
gregaciones de nuestros colegios, cediendo á sus congregantes la paterni–
dad, no sólo de las composiciones en prosa y verso que solían declamar
en público, sino también de algunos librillos de devoción
y
propaganda, y
aun á veces de tratados más considerables, hasta de polémica y teología.
Tampoco son raras las obras que, bien por modestia y humildad, ó bien
por pura galantería y delicadeza de sus verdaderos autores, mostraban al
frente, en lugar de los suyos, los nombres de alguno de sus parientes)
amigos ó compañer-0s, á quien, previa su autorización, quería tributarse
este homenaje de piedad y de cariño. Tal cual obra hay también en que,
por no juzgar prudente los Superiores que,
á
pesar de la conveniencia de
su impresión, apareciera con el nombre de ninguno de la Compaf\ía, bien
por el asunto que en ella se trataba, ó bien por la manera que se tepía de
tratarlo, dispusieron que se acudiese
á
alguna persona extraña que la qui–
siera adoptar por suya, y publicarla á su cuenta y riesgo: expediente
á
que, por desgracia, vemos haber apelado también algunos particulares, sin
anuencia ni conocimiento de los Superiores, á fin de evitar por ese medio
los reparos de la censura,
á
que debían someter sus obras antes de enviar–
las
á
la imprenta. Tampoco faltan algunas en que la rapacidad de manos
alevosas, ó la inconsideración de editores poco diestros en el desempefio
de su oficio, y aun la mala fe de libreros, más atentos
á
su medro personal
que á las leyes de la propiedad literaria, sustituyó un nombre por otro, con
lamentable confusión y dafio, no siempre fácil de resarcir.
Baste lo indicado para muestra de las causas y circunstancias de donde
pudo proceder la multitud de obras seudónimas
á
cuya descripción se
destina este volumen, y pasemos á decir algo del orden que pensamos se–
guir en él, y de los autores á quienes nos toca ahora arrancar la máscara
con que se nos encubrieron.
Ésos son los mismos que en la página XV del
Prólogo
del tomo I que–
dan ya expresados y distinguidos en diversas categorías, conforme
á
sus
méritos
y
rela~ión
con la antigua Asistencia de España: en este punto
no hallamos razón ninguna para apartarnos del plan primitivo. En cam–
bio, cuanto al orden y disposición de sus obras,
pare~iónos
que podrían
cómodamente
y
sin la menor violencia reducirse á tres, como los hemos
reducido, los seis grupos en que saliero,n las anónimas. El primero lo for–
man las obras seudónimas de autores de nuestra Asistencia, más ó me–
nos averiguados; el segundo, las de autores de la misma, desconocidos