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Por el don ele ciencia te-
Yarlwccai aclla. lwa gra-
nemos un juicio recto acer-
ciayzw cashpa , ruraslwaeu–
ca de las croatura
t.
Con
1iamanta allí yuyancltic
1 .
e te dou conocemos
á
Dios
Yar:hac ca hpct Diostn ru–
por medio de
la
croatnras
rashcacimamanta ricsinchic;
y
abcmo qnc son vanas
yachaccailturm tucuirwrn. lt–
si no se refieren
;i
Dios,
y
I
cacunavai 7xii/la yanga cai–
así, en vez de pegarnos
á
1
ta yacltanr;hic; paicimaman
ellas, las ordenamos
á
la
mcuna shwnguyanata, yallin–
gloria de Nuestro Se1ior.
rae paicunata Diosta yu–
E te don no hace conocer
payachingapac camachinata
á
nosotro mismos, nos da
yachanehic. Cai aclla lwn
un corazón contrito, hace
gracia ñucanchic qztiquinta
que nos confe emos humilde-
ricsinata yachachin; ñutu–
mente
y
nos da per eve-
chishca shwnguyuc canata,
• 1
)l:l don de ciencia nos hace conocer las cosas tempo–
rales, en cuanto nos conducen
á
las eternas. Este don no
es la ciencia natural de los filósofos,
fa
cual consiste en cono–
cer las cosas cria las en sí mismas
y
en sus causas; ni aun
la ciencia del teólogo, que, saliendo de los principios l'O\•ela–
dos, saca de ahí las consecuencias por una serie de razona–
mientos discursivos,
á
costa de un trabajo continuo
y
ele un
estudio largo
y
difícil. Tampoco es el don gratuito (carisma)
que Dios confiere
á
ciertas personas destinadas por Él
tí
en–
seña1·
á
otros las verdades de la religión,
á
dcfende!'las victo–
riosamente conti:a sus adversarios
y
á
probarlas irrefragable-
. mente con la palabra ó la pluma. Estas tres especies de
ciencia pueden encontrar.e en individuos viciosos
y
nada
agradables
á
Dios, mas el don de ciencia puede encontrarse
solamente en un alma justificada.