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podemos guardar y obser-

camachicushca shimita

rn–

var fácilmente los manda-

ranalla huacaichinchic, pac–

mientos de Dios. Por esto

tachirwhic. Ghairaicu qwi–

J

esucristo mismo dice

1 :

quin Jesucristo nin

t:

"Ñu–

"Mi yugo e suave, y lle-

camanta clmraslwa yugu

vadero el peso mío." Sin

Ttu01iimii, ñiwannanla chi1r

mbargo debemos trabajar,

rashca aparina mana lla–

eooperando á la gracia, en

sha<>mi", nishpa. Ohasna–

eombatir á la eoneupiscen-

pish santa graciahuan ish–

cia; pues Jesucristo dice

candi:nchishpa rwrana cO/li–

también

2:

"Los que se ha-

chic, ñitcanchic millai ai–

cen violencia á sí mismos,

chata atishpa.

Jesucristo

son los que arrebatan el

ari ninini

2:

"Aticucllacwna

reino de los cielos."

janac pachO!lnan ringami."

Me preguntaréis tal vez :

Tapuhuang1tichic chari:

Padre, ¿cómo hemos de sa-

Padrella, imashina yac/ta–

bor que estamos en la gracia

shun, ftucanchic Diospac

y caridad de Dios? Esto

cuyaip1:, graciapi tiyanala?

os lo voy

á

decir ahora

3 .

Gaita CO!IWunaman nishac3.

Que vivimos unidos

á

Ñúcanchic,

Dioshitan

Dios en la caridad, no po-

shiwlla cuyaipi causaita

demos saber

segura~ente

si

mana shutintac yachClJna

Dios mismo no nos lo re-

ushO!lichichu, quiquiln Dios

vela. Sin embargo pode-

ca-ita mana 'ñucO!lichicman

mos conjeturar que e tamos

lmillacpica. Ghasnapish 'ñi1r

1

Matth. 11, 30. I Io. 5, 3. :

2

Matth. 11, 12.

3

Véase· acerca de esta cuestión S.

THo~r.,

Sum. Theol.

Ia

II••,

q.

112, a. 5.