- 343 -
podemos guardar y obser-
camachicushca shimita
rn–
var fácilmente los manda-
ranalla huacaichinchic, pac–
mientos de Dios. Por esto
tachirwhic. Ghairaicu qwi–
J
esucristo mismo dice
1 :
quin Jesucristo nin
t:
"Ñu–
"Mi yugo e suave, y lle-
camanta clmraslwa yugu
vadero el peso mío." Sin
Ttu01iimii, ñiwannanla chi1r
mbargo debemos trabajar,
rashca aparina mana lla–
eooperando á la gracia, en
sha<>mi", nishpa. Ohasna–
eombatir á la eoneupiscen-
pish santa graciahuan ish–
cia; pues Jesucristo dice
candi:nchishpa rwrana cO/li–
también
2:
"Los que se ha-
chic, ñitcanchic millai ai–
cen violencia á sí mismos,
chata atishpa.
Jesucristo
son los que arrebatan el
ari ninini
2:
"Aticucllacwna
reino de los cielos."
janac pachO!lnan ringami."
Me preguntaréis tal vez :
Tapuhuang1tichic chari:
Padre, ¿cómo hemos de sa-
Padrella, imashina yac/ta–
bor que estamos en la gracia
shun, ftucanchic Diospac
y caridad de Dios? Esto
cuyaip1:, graciapi tiyanala?
os lo voy
á
decir ahora
3 .
Gaita CO!IWunaman nishac3.
Que vivimos unidos
á
Ñúcanchic,
Dioshitan
Dios en la caridad, no po-
shiwlla cuyaipi causaita
demos saber
segura~ente
si
mana shutintac yachClJna
Dios mismo no nos lo re-
ushO!lichichu, quiquiln Dios
vela. Sin embargo pode-
ca-ita mana 'ñucO!lichicman
mos conjeturar que e tamos
lmillacpica. Ghasnapish 'ñi1r
1
Matth. 11, 30. I Io. 5, 3. :
2
Matth. 11, 12.
3
Véase· acerca de esta cuestión S.
THo~r.,
Sum. Theol.
Ia
II••,
q.
112, a. 5.