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XXV -

las armas para combatir, en el ministerio sacerdotal,

la embriaguez?

Ora et labora.

En efecto, " mucho

vale la oración perseveraute del justo" (Jac. 5, 16).

Por esto manda el IVº Conc. Qnit. (1885) que el primer

clía de cada una de las cuatro témporas del año, se

reciten, en todas las iglesias parroquiales y couven–

tuales ele esta provincia eclesiástica, las letanías de los

Santos con sus preces

y

oraciones, á fin de que Dios

mi ericordio o libre

á

e te pueblo, consagrado al sacra–

tí imo Corazón de Jestí , de los abominables vicios de

la embriaguez é impureza. Esta mi ma petición harán

los acerdotes cu el fomento de la

Mi

a, especialmente

los pfüTocos en las que aplicaren por el pueblo. Con

este mismo obj eto, al fin de todo los oficios divinos

rezarán una Salve. Con corazón oprimido, á la vista

de la progresión de los clos vicios menciouaclos, recordó

el Ilmo.

y

Rillo. Señor Arzobispo ele Quito,

á

28 ele mayo

de 1894, lo di puesto por el IVº Conc. Quit. y ordenó

qne todos los sacerdotes rezaran uua Salve, con idén–

tico 9bjeto, al terminar el oficio divino.

Seamo~,

pues,

perseverantes en la oración, para que el sagrado orazóu

de Jesús se compadezca de su pueblo. Y ¡trabajemos !

El mismo concilio exhorta : "Para infundir horror al de–

testable vicio de la embriaguez, harán conocer los pá–

rrocos

á

sus feligreses la deforme malicia ele este vicio

y los fun estísimos resultados.que produce, tanto en esta

como en la otra vida." ¡Prediquemos, pues, contra la

embriaguez! Hemos oído clecir : "¡Predicar contra la

borrachera, humm, es para peor!" Si esto se clijern

seriamente, equivalilría á desesperar de la eficacia de

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G111l1l1,

Vademécum.