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las armas para combatir, en el ministerio sacerdotal,
la embriaguez?
Ora et labora.
En efecto, " mucho
vale la oración perseveraute del justo" (Jac. 5, 16).
Por esto manda el IVº Conc. Qnit. (1885) que el primer
clía de cada una de las cuatro témporas del año, se
reciten, en todas las iglesias parroquiales y couven–
tuales ele esta provincia eclesiástica, las letanías de los
Santos con sus preces
y
oraciones, á fin de que Dios
mi ericordio o libre
á
e te pueblo, consagrado al sacra–
tí imo Corazón de Jestí , de los abominables vicios de
la embriaguez é impureza. Esta mi ma petición harán
los acerdotes cu el fomento de la
Mi
a, especialmente
los pfüTocos en las que aplicaren por el pueblo. Con
este mismo obj eto, al fin de todo los oficios divinos
rezarán una Salve. Con corazón oprimido, á la vista
de la progresión de los clos vicios menciouaclos, recordó
el Ilmo.
y
Rillo. Señor Arzobispo ele Quito,
á
28 ele mayo
de 1894, lo di puesto por el IVº Conc. Quit. y ordenó
qne todos los sacerdotes rezaran uua Salve, con idén–
tico 9bjeto, al terminar el oficio divino.
Seamo~,
pues,
perseverantes en la oración, para que el sagrado orazóu
de Jesús se compadezca de su pueblo. Y ¡trabajemos !
El mismo concilio exhorta : "Para infundir horror al de–
testable vicio de la embriaguez, harán conocer los pá–
rrocos
á
sus feligreses la deforme malicia ele este vicio
y los fun estísimos resultados.que produce, tanto en esta
como en la otra vida." ¡Prediquemos, pues, contra la
embriaguez! Hemos oído clecir : "¡Predicar contra la
borrachera, humm, es para peor!" Si esto se clijern
seriamente, equivalilría á desesperar de la eficacia de
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G111l1l1,
Vademécum.