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precaverla. ¿De qué manera? Veamos. Dios ha creado
al hombre para la felicidad,
y
éste tiene un impulso
irresistible
<Í
gozar: pero, como atolondrndo, bu ca los
gozos con demasiada frecuencia, por desgracia, en el
fango del vicio. Para poner orden en la inclinación
y
deseo irresistible que siente el hombre c1e ser feliz,
debemos en eñar á los fieles que la felicidad verdadera
y
completa
la
tendremos en el cielo y que, aun en
este mundo, gozaremo c1e Dios anticipadamente vi–
viendo · una vida cristiana é interior, es decir, practi–
cando la virtud; porque "gozau de suma paz los ama–
dores de la Ley de Dios, in que balleu tropiezo
alguno'' (Ps.
CXVill,
165). Ya en esta tierra tiene el
cristiano gozos celestiale con los siete dones del E píritu
Santo, en el ejercicio de las ocho Bienaventuranzas
y
por medio de los doce frutos ele! Espíritu Santo. Estos
gozos espirituales son superiores á las diver ione mun–
danas, son duraderos
y
aun el principio de
la
bien–
aventuranza eterna, mientras que la alegría del mundo
es pasajera
y
á veces solamente moment:iuea. .Así ex–
horta San Pablo
á
los Efesios (5,
18-20) :
7
'No os
entreguéis con exceso al vino, fomento de luj uria, sino
Llenaos del Espíritu Santo, hablando entre vosotros
y
entreteniéndoos con salmos,
y
con himnos,
y
canciones
espirituales, cantando
y
loa:ndo al Seiior en vuestros
corazones,
y
dando siempre gracias por todo
á
Dios
Padre, en el nombre de nuestro Seiíor Jesucristo." Si
enseíia,mos, pues, estas verdades
;i
los fieles, buscarán
menos la felicidad en el fango del pecado·. I or esta
razón hemos dado en el presente "Vadomécnm" la
e"