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la.
divina gracia y de los medios daclos por la Iglesia.
Por cierto, si se trabaja con energía y constancia, en–
seiianclo p. ej.
:i
los fielés
á
frecuentar los santos acra–
mentos, no pnecle faltar la transformación consoladora.
Si bien los borrachos ele profesión se convierten muy
clifícilmente, con las phiticas se impide siquiera que lo
intactos so entreguen al vicio; y en fin, el párroco estft
obligado
á
predicar contra los vicios ptíblicos, aunque
no tenga esperanza de extirparlos; porque oallar, en
tales casos, sería autorizar los vicios, según la m:bdma:
Qui tacet con entire videtur.
Enséi1ano San Agu tío
con s11 ejemplo la manera cómo el verclaclero celo apro–
vecha ele las oportunidades para combatir la embriaguez.
Un joven llamado Cirilo, habiem1o salido borracho ele
una taberna, dirigió e á su ca a, donde encontró
:i
nna
c1e sus hermanas y la mató á p11íialadas, lo mi mo que
hizo en segnicla con su anciano paclre qne había acu–
diclo
á
los gritos ele su bija, y finalmente con otra hei·–
mana que quiso socorrer al padre. Cuando San Agn tíu
oyó estos crímenes, reunió al pueblo, y, aunque había
predicado ya dos veces en ese día, salió por tercera
vez al ptílpito
y,
con lágrima en los ojo
y
el corazón
oprimido ele pena, refirió
á
su auditorio las atrocidades
horrendas comcticla por un bijo brutal. 'l'ocla la gente
prormmpió en gritos
y
lamentos ;
y
en seg11icla se
aprovechó San .Agustín ele
la
ocasión para pintar
:i
sus oyentes lo excesos clesa trosos
:i
que. conc111ce la
embriaguez.
No solamente de un modo directo hay qu combatir
la borrachera, ino también,
y
más tod:wía,
1SO
debe
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