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-

XXVI -

la.

divina gracia y de los medios daclos por la Iglesia.

Por cierto, si se trabaja con energía y constancia, en–

seiianclo p. ej.

:i

los fielés

á

frecuentar los santos acra–

mentos, no pnecle faltar la transformación consoladora.

Si bien los borrachos ele profesión se convierten muy

clifícilmente, con las phiticas se impide siquiera que lo

intactos so entreguen al vicio; y en fin, el párroco estft

obligado

á

predicar contra los vicios ptíblicos, aunque

no tenga esperanza de extirparlos; porque oallar, en

tales casos, sería autorizar los vicios, según la m:bdma:

Qui tacet con entire videtur.

Enséi1ano San Agu tío

con s11 ejemplo la manera cómo el verclaclero celo apro–

vecha ele las oportunidades para combatir la embriaguez.

Un joven llamado Cirilo, habiem1o salido borracho ele

una taberna, dirigió e á su ca a, donde encontró

:i

nna

c1e sus hermanas y la mató á p11íialadas, lo mi mo que

hizo en segnicla con su anciano paclre qne había acu–

diclo

á

los gritos ele su bija, y finalmente con otra hei·–

mana que quiso socorrer al padre. Cuando San Agn tíu

oyó estos crímenes, reunió al pueblo, y, aunque había

predicado ya dos veces en ese día, salió por tercera

vez al ptílpito

y,

con lágrima en los ojo

y

el corazón

oprimido ele pena, refirió

á

su auditorio las atrocidades

horrendas comcticla por un bijo brutal. 'l'ocla la gente

prormmpió en gritos

y

lamentos ;

y

en seg11icla se

aprovechó San .Agustín ele

la

ocasión para pintar

:i

sus oyentes lo excesos clesa trosos

:i

que. conc111ce la

embriaguez.

No solamente de un modo directo hay qu combatir

la borrachera, ino también,

y

más tod:wía,

1SO

debe

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