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ES TUDIOS INDIGENAS.
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que corten la mano al mensajero por no haber cum–
plido con lo manc1ado.-Sorocaima lleno de uoble dig–
nidad presenta al instante la rnano sin proferir una
palabra; pero Silva, hombre de corazon, que cornpren–
de la nobleza del indio, suspende la ejecncion
y
orde–
na que le pongan en libertad. No bien ha dado las
espaldas el jefe castellano, cuaudo dos de sus tenieu–
tes, contra todos los fueros de la humanidad,
y
de
uua manera cruel, desarticulan la mauo del generoso
mancebo. Refiere el historiador que el iudio, sin mur–
murar una frase ni lanzar un quejido, soporta la bar–
bara diseccion,
.y
tomando la mano mutilada, con la
que le quedaba, se va lentamente
~l
campo del caci–
que Oonopoima
y
le presenta el e.nsangrentado des–
pojo. Onando el cacique ve
{t
su companero, cubrese
el rostro con las manos, queda largo tiempo al>sorto
y
levantando el campo, se retira
a
sus montaiias.
Un nuevo drama nos aguarda: es la muerte de
Tamanaco, cacique de los Ma,riches. La historia re–
trocede en este caso
a
las epocas del gentilismo. Des–
pues de una her6ica resistencia en que,
a
los golpes
de la macana del arrogante Tamana,co, mueren algn–
nos espafioles en la hatalla del Guaire, lnchando el
solo contra todo el grupo castellano, despues de ha–
ber siclo abandonado de sus soldados, cae al fin pri–
sionero,
y
Pedro Alonso, el jefe espanol, le condena
a
muerte. Pero he aqui que en el corazon de los ven–
cedores se despierta el deseo brutal de conocer el
valor
y
la destreza de Tamanaco, combatiendo con
un perro de presa,
y
le ofrecen el perdon de la vida
si, en la lucha con el animal, sale victorioso. Tama_
naeo acepta la proposicion, con:fiado en sn valor y
fuerza herculea. Formado el circo de canas
y
macle–
ras, colocan los castellanos
a
Tamanaco, armado de su
macana, en el centro,
y, a·
una
sen.aldada, lanzan
el deforme perro qne fnrioso acomete al cacique. Este