ARZOBI~PO
DE
LIMA.
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5 .del campo, 2 de indios,
y
1
de mulato . A esta
fuerza babia que añadir la gente, que babia salido
á
varios socorros, la guardia del Vi rey, algunos
reservados por diferentes títulos, y los esclavos,
que podrian armarse en éaso necesario. La_fron–
tera con el Brasil se hallaba bien defendida por
las condiciones locales y por el celo de los misio–
neros.
Los jesuitas, que tenian bien aseguradas sus
reducciones del Paraguay, estaban reparando los
quebrantos sufridos en las de Amazonas, y prin-·
cipiaban á fundar algunos pueblos por el lado de
Santa Cruz de la Sierra, reduciendo
á
los salvage
de Mojo .
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eisoa
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hacian algunos pro–
gresos entr
l
cñuno os de Carabaya. Mas en
ninguna p r
co"F espondia el fruto
las espe–
ranzas del gobierno, ni
á
los prin1eros trabajos
apostólicos. El Virey, que con razon consideraba
e ta obra como uno de los cuidados principales de
su cargo, creía que la escasa fecundidad de la
conversiones dependía de la mala eleccion de
operarios evangélicos , y pidió al Monarca au–
torizacion para formar una junta, que, reunién–
dose en palacio cada quincena
ó
al rnénos cada
mes, se ocupara de dar impul o
á
las misiones,
estudiando su direccion mas conveniente y la
n1ejor in ersion de la
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