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D. .JQAQUIN DE LA

PEZUEL.A.

dose Numancia

á

retaguardia, se entusiasmó con ;

una arenga de Heres,

y

f

é

á incorporarse con

los libertadores, llevángose á la fuerza

a~

coro–

nel

y

cuatro oficiales, que eran de opinion contra- -.

ria. S3an Martin lo declaró leal

á

la patria,

y

consi–

de~ándole

como el batallon más antiguo , le dió en

dep.6sito la bandera del ejército libertador. Todos

los jefes fueron ascendidos,

y

muchos de ellos lle..:.

gar?n

á

los primeros grados en el Perú indepen–

diente.

Miéntras los patriota? de Lima celebraban la ad–

q~isicion

de Numancia

~

poniendo el pabellon na–

cional en el cerro de San Cristóbal; los realistas

pre~entian

su próxima ruina, de la que eran tam–

bien no dudosos presagios la defeccion continua de

oficiales

y

la desercion de soldados. Arrancados

éstps

á

sus hogares por un violento reclutamiento,

sólo estaban retenidos bajo una bandera, que no

era la de sus afecciones, por el ri

5

or de. la discipli–

na

y

por su propia timidez. HoPlbres resueltos se

deslizaban entre ellos, inspirándoles ánimo

y

facili–

tándoles la fuga. Entre otros, mereee recordarse el

indígena Pablo alazar. que habiendo pedido sólo

treinta pesos para habilitarse, se les acercaba como–

p~ra

venderles agujas, hilo, peines

y

otros utensi–

lios necesarios al soldado,

y

ejercía la más eficaz

se9.uccion, exponiéndose sin cesar á las terribles

iras de las autoridades. Con estos

y

otros trabajos,

que s?lo podía inspirar la más sublime abnegacion