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D. AGUSTliN JÁUREGU:I.
que el Arzobispo queria hacer entrar en la vida co–
mun nombrándoles ecónomos para la mejor admi-
. nistracion de las rentas , se mostraban muy reacias.
Las de la
~ncarnacion,
q'be
~staban
muy exaltadas
contra el Prelado, exhalando su indignacion en re·
cursos al Virey y
á
la Audiencia. pudieron tran–
quilizarse con buenos oficios. Las monjas de Santa
Catalina del Cuzco_, cuya alteracion era de mayor
trascendencia fuera del claustro, no se serenaron
hasta que una nueva eleccion de prelada quitó la
causa principal de sus disgustos. Los frailes, si bien
disminuidos en número é influencia , no se d9ble–
garon al plan de sus reformadorés,
y
áun
á
los
agustinos fué muy difícil
sujetarlo~
en el capítul<i>
provincial
á
una eleccion en regla. Los doctor·es de
. la universidad de San Márcos perdían su tiempo
y
su crédito. disputando con calor por la continua–
cion y eleccion de sus rectores. miéntras el Virey
se proponía mejo_rar la enseñanza, sustituyendo
á
la no desempeñada cátedra de quechuca la de filo–
sofía moral, que abrazaria la ética, política
y
eco–
nómica de Aristóteles,
y
á
otras ménos útiles en
artes, teología
y
jurisprudencia, las de física expe–
rimental, lugares teológicos y derecho natural
ó
público.
' El Monarca encargaba siempre con mucho inte–
res el restablecirCiento
y
fomento de las misiones.
En la que se refería
á
Otabiti, no se pudo pensar
po.r
.rolta
de buques
y
de recursos pecuniarios .. En