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zos. Nadie llegaba, ni se recibía cornitnioaciones d.e la
Costa. Los indios G11nigos qi¿e aii,xiliaba;n a los españoles
en el Ci¿sco y qi¿e llevaban los partes, portaban ingra–
tas noticias. Por ellos se supo qi¿e L'Ílma habva sido amia–
gada por i¿n ejército qi¿e coma1idab.a el General T ito–
Yupanqi¿i; qi¿e en la oii¿d.a,d de Los Reyes, los blancos se
hailaban tan esfrechad<Js y perdido!s
wnio
en el Ci¿sco.
Los destacamentos de españoles,
d¡e,
otras regiones
y
pi¿e–
blos, habí®
~ido
asaUaclos y ?nuertos los soldacl<J'.S. La
pri¿eba la ti11Vieron en una macabra dmnostración: en la
tarde de iino de .esos tristes días, llegó al Ci¿sco itna cabal–
gadura, conduciendo i¿n enor<rne saco, dn el qi¿e, en en–
voltorios, encontraron los castellanos Zas cabezas ele sus
compañeros. Otras cabezas mutiladas, d.e espa·ñoles, fiM?–
ron an·ofadas a la plaza de Cit.s'i-pc11rnpa. Con esto les
significaban los indios qi¿e debían
perib.drtoda esperanza.
No obstante tanto contratiempo, iina f eliz circmistan–
cia levantó el ánimo de las tropas. Comp1·obóse que el
Inca se alejaba hacva el fondo del valle de T ctanbo,
y
acercánclosei la época de las sienibras, el ejfrcito i1icl1º0
dismini¿yÓ sensible'lnente por la separaoió1?; ¡ele aqi¿ellos
a quienes se les pernivtió volver a las fa enas agrícolas.
U1Va salida ele Gonzalo hacia el valle de
J
aqiiijahnana,
ooi
bit.sea de maíz lo hizo di¿eño ele más ele ochenta car–
gas, que aseguraron mani¿tención p(lra tres meses. Los
indios amigos, habían sembrado ten las chacras elel valle
bajo,
y
así disponían de 1alvniento para largo tiempo.
Así, también, podían agiiardar con pamencia el socorro
que no tardaría en Uegar ele parP.e1 del Gob ernador. Y el
wcorro vino, pero en
f
onna ini¿sitada y pelig1·osa. Al–
magro y si¿s tropas, aparecieron, vi¿eltos de Chile. El
Aelelantado, no encontrando en la Ni¿eva Toledo, ni las
cii¿dades, ni las riqi1ezas halladas
cm
el P erú, premimi-