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vinieron, y es yno de los caminos por donde van al
rio de la Pla ta, entrada del Gouernador Diego de
Rojas. Como todos los soldados de Di ego Cent eno
tenian al presente lo que auian menes ter· acerca de
la comida
y
beuida
y
mucho mahiz y bu enos pas tos
para sus cauallos y azemilas , teniendo puestas sus
tiendas en un buen luga r, con mucho seruicio de
yndios, no se les dio nada de boluer tan pres to a
poblado, sino que a su plazer y hoJ g·ar se es tauan
quedos como si éstuui er a n dentro de sus propias
casas. Mas con todo es to no se descuydaua Diego
Centeno de embiar s iempre sus fi eles corredores
hazia Ja villa de la Plata, para ver si su enemigo
veni a, para aprouechar se del rio para daña r al
enemigo. Y que no pudiendo offendell e, yrse a otra
pa rte porque Alonso de T or o no los acabasse de
desba ratar, que ya no e ran si no ciento y ochent a
hombres de a cauallo
y
ar cabuzeros, que los demas
se auian ydo al enemigo
y
a otras diuer sas partes ;
y
assi estuuieron los di as que dicho tenemos . Pues
como a cabo de tantos dias no sabia Diego Cen te–
no nueua cierta de sus enemigos, tuui eron enten–
dido que todos auri an dado la bu elta a sus casas
para la cibdad del Cuzco. Para certiffi carsse mas
en esta s u sospecha embio sus espias secre tas, assi
de españoles como de yndios, para que fuess en a
ver lo que passaua y
lo
que Alon5-o de Toro hazia
o en donde es taua; los quales ydos a lla y tomando
lengua de todo lo que saber querian, entendieron
todo lo t;trriba dicho . Luego fu er on ciertos yndios
con cartas que las espias españoles embiaron a
Diego Centeno, en la quales le escriuieron todo