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seguir e l partido del Visorrey , y qu e no pe rmitie–

sse ni consintiesse ynfama r su leal persona macu–

la ndo la honrra y r eputacion qu e teni a, en los ser–

ui cios que hazia a Gon<;alo PL<;arro, el' qual era

tenido por traydor y a leuoso a la corona Rea l , y

no menos todos los que andauan con el. Alonso de

Mendo<;a, como e r a entonces amigo y seruid or del

tirano y estaua en aquella villa en su tiranico nom–

bre, no quiso oyr nada , a ntes se hizo sordo a todo

lo que le escriuieron, s in querer aceptar ning-un

partido con .Dieg o Centeno por no perde r Ja r epu–

tac ion y credito qu e teni a con e l tirai10. Antes s upo

dend e a. poco de s us espías que Diego Centeno ve –

nia a mas andar a me terse en la villa co n de termina.–

cion de le prender o matar si no se qui ssiesse dar

a l seruicio del R ey, y dexadas todas las cosas que

le podria n embar a<;ar e salio della con gran pres–

teza para yr e a l Cuzco con su .setenta hombre ,

que lo demas que e le auian llegado no qui sie–

ro n yr con e l. Assi como Diego Centeno escriuio

al dicho Alonso de Mendoc;a, lu ego se fue tras e l

men ajero con proposito de qu e i el no se quis ie-

. e dar, de lo prender o mata r, y a medio camino

upo que era sa lido de Ja villa, de que r escibio te–

rribl e enojo y gran pesar , porque tuuo creydo que

i ndo e

lonso de

~le nd o<;a

con poca gente y e l

ocorro muy lexo , que luego se da ri a

y

se pornia

en su mano

facilm ente, ma

de miedo que de

grado. Mas en fin, Di ego Centeno, dexadas tam–

bien la co a que le pudi eran cmbarac;ar, comen–

c;o a la ligera de dar

n1

a lcance a l capitan ¿,rendo–

<,'a,

y

pa ando cercad

la \'illa que no qui o en-