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t'll;ró esto ¡núchos días, porque luego' se
paresc.ie–ron en el rastros de
fa
ambicion y soberuia que te·
nia, como adelante en esta obra diremos. Tambien
se
comem~o
luego a seruir como gran Señor, con
!Ilaestresala y con el plato cubierto, y le hazian la
salua; tenia su veedor en casa, su trinchante,
r~postero, camarero, botiller
y ·
cozinero,
y
tinelo
donde comían su
maestresa.lay los pajes con mu–
chos criados que ya tenia en su palacio. De mane–
ra que ya no le llamaban assi ·-a secas Gónc;alo Pi–
c;arro, sino el Gouérnador mi Señor
y'
assi se
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llamo Señor d€ los reinos y prnuincias de'l Peru_,
y muchos hombres ciegos se presciauan de lo te–
ner por Señor y se lo llamauan a boca llenq., y por
tal era tenido y obedescido en toda la
tierr~
como
mas largamente se dira en el segundo libro. La
gente que Gonc;alo Pic;arro metio en la cibdad fue–
ron
n~ilty
doscientos hombres, que para en tierras
nueuas fueron
muchissi~os,
aunque a la verdad,
como atras queda dicho, eran cassi de los soldados
_del Vis9rrey que se auian
pa~sad<?
a su
e~ercito,
vnos de miedo y o'tros
·q.e
voluntad. Tambieti. vi–
nieron con Pic;arro mas de
~~ys
mill
ynd · s de
guerra, con arcos y flechas, macanas y porq1s en
Jas cintas y puestas a las espaldas, y con otras ar–
mas arrojadizas·, como eran hondas y va.ras tosta–
das. Otros tantos yndios} mas vinieron, los quales
truxeron su ropa y mas el fardaje de los soldados
y capitanes, porque los caminos se despoblaron de
yndios
y
de yndias por donde passaron estos hom·
bres, que en los pueblos quedaron algunos des–
siertos. Al tiempo que el tirano yua entrando por