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fueron llamados; Francisco de Carauajal entro en
casa de <;arate con cinquenta arcabuzeros
y
pues–
to ante ellos les hizo su deuido acatamiento con
vn continente soberuio, aunque con palabras de
buena crianc;a, y ellos lo recebieron con gran pe–
sar, que cierto no le quisieran. ver, ni menos con–
cedelle cosa alguna de todo lo que pidiesse. Luego
el mal ministro propuso ante ellos a l<J, que auia
venido, sin ningun rezelo ni verguenc;a, para que
le diessen y otorgassen la merced que los procu–
radores de Gonc;alo Pic;arro auian pedido y lo des–
pachassen con breuedad. Ellos respondieron que
lo verian y harían
~o
que mas en el casso conui–
niesse al seruicio de Su Magestad, y que el se
fuesse al real de Pi<;arro, y le mandaron que no
lleuasse a ninguno de los presos. Respondio Cara–
uajal y dixo que el haria lo que mas conuiniesse a
la paz
y
quietud de
l~
tierra; y con esto se fue a la
caree!, de donde hizo sacar a Pedro del Barco
y
a
Juan de Saauedra, e$criuano, y a Martin de
i:;10-
rencia y a Pedro Manjan-es, que eran de los que
se auian huydo del exercito de Pi9arro enJaxa–
;uana. Estando ya estos en la calle los mando ma–
niatar y bechar vnas sogas a los pesquezos y po–
ner en vnas azemílas, y mando
á
Juan Enrriquez
u 'erdugo que los sacasse fuera de la cibdad ha–
zia el camino por donde enia . G?n<;alo Pi9arro.
Quando Pedro Mq.njarres oyo tan terrible boz de
tan cruel carnicero, temio con gran temor, y ba–
ziendose llegar al Maestro de campo para le ha–
blar, le dixo cierta cosa al oydo, que luego se sos- _
pecho que le auia prometido de dar algun dinero,