III
<lesenlace de la tragedia de Pizarro. De la misma
fuent e se aprovechó Juán Cristóbal Calvete de Es–
tr ell a (
r).
nton io de H errera, en sus
Decadas,
pi a ·
gi '
y
aun adulteró la Crónica de Cieza de León (z) ,
y ést e, ig ualmente que La
Gasea~
sólo pudo escribir
-con información ocular, en dos libros que se han per–
<lido, las gue rras de
Huarina
y
Xaquixahuana}
mas no los sucesos anteriores
á
fines del año
_;l1L.
pues hasta esa fecha anduvo lejos del Perú, mezclado
en las crueles di ens iones de Sebastián de Belalcá-
2ar y el Mariscal Jorge Ro bledo. Verdad es que Cie–
za de León, croni ta de los más imparciales, verídi–
cos y concienzudos que hubo en el siglo xv1, di puso
<le muchos documentos originales
y
consultó con
"'personas que habían tomado parte en los sucesos
que él no vió; pero con todo esto, es forzoso reco–
nocer qu e sus afirmaciones no pueden tene r la misma
autoridad que las hechas po r un testigo presencial,
-como lo fu é utié rrez de Santa Clara.
II
Con ser el autor de- los
Quinq uenarios
uno de
los más in sig nes
historiador~ s
primitivos, no .ya só lo
(! )
Rebdión de Piza1·ro m
el
Perú
y
vida dt! D . Pedro Casca.-Ma–
<irid,
1
9.-Do · vol. en
8.
0
('.?)
Las demostraciones de todo esto pueden verse c:n el magnífico prólogo