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DE LA HE OL CI01 DE JNGL TBHHA.
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los irlandese ha ta tanto que recibiese contra órden, y á Glamorgan por
fin , su mas intimo confidente, en e tos t rminos : t<
i podeis procurarm'
una ·recida cantidad de dinero, empeñando para su cobro mi reino, en
cuanto vuelva á po eerlo pagaré con u ura. Decid al nuncio del papa qu
si encuentro medio de pac::ar entre osotros, Jo bar eguramente, pues
veo con claridad que todos lo demás me desprecian. >)
Le llegaron al fin las proposi ione de las cámara , que e taban en–
cargados de pre entarle los condes de Pembroke de ufTolk,
y
cuatro
mi(\mbros de la cámara baja. Goodwin, uno·de estos, empezó á leérsela .
t<Una pregunta., eñore , dijo el rey interrumpiéndole: ¿teneis poderes
para tratar?- o, señor. -En este caso sal ·o el honor del mensaje,
hubiera podido hacer lo que vo otros un trompeta..>> oodwin acabó u
lectura. t<Pienso, dijo el rey que no de earei una re puesta instantánea,
porque el negocio es grave.- eüor, respondió Pembroke, solo podemo
permanecer aquí diez dias.- E tá bien, repu o Cárlo , os daré la re -
puesta á tiempo : podei retiraro .>>
'Trascurrieron muchos dia in que se hablase de nada á los comi io–
nados. El rey leía y releía tristemente las propo icione , ma humillantes
duras por cierto que cuantas babia ba ta entonces desechado. e le
pedfa la adopcion del pacto , la abolicion completa de la igle ia epi co–
pa!, y la concesion por veinte años del mando del ejército, de la marina
y de la milicia á favor del
parl~mento.
Además se escluia de todo in–
dulto á sesenta y uno de us mas fieles amigos, y de los cargos públicos,
hasta tanto que otra cosa dispusiesenla cámaras á cuantos habían abra–
zado su partido. Instábanle sin embargo que lo .acepta e todo ; M. de
Bellievre, embajador de Francia, llegado á Newcastle el dia mismo que
l mensaje de las cámaras, se lo aconsejaba en ·nombre de su córte ;
Iontreuil le trajo cartas de la reina que se lo rogaban,
y
aun ella mis–
ma, por consejo de Bellievre, le envió uno de sus domésticos para decirle
qu todos us amigo desaprobaban u resi tencia. ¿Qué amigos? dijo
árlo con enfado.-Lord Jermin , señor. - .Jermin nada entiende en
punto á iglesia. -Lord Colepepper no tiene reHgion ; pero
H
de qué
opina?-Lo ignoramos; el canciller de hacienda no e
tá
en París; ha
abandonado al prlncipe, y permanecido en Jer ey' de Jo que está mu ,
re nlida .la r ina.-Y sin .razon ; el canciller es un hombre honrado
que no abandonará jamás á su rey, á su prlncipe , ni
á
su iglesia : mu-
ho siento que no e l al lado de mi hijo. >> El enviado de la reina, "i–
lliam Davenant, insi tia con la i acidad de un poeta
y
la ligereza de un