Prólogo.
LXXXI
versas armas;, para mayor fortaleza, sobre·la natural,
cercado
el
pueblo de
palenque.demuy gruesos made–
ros, y no sin cuidado,
á
lo que pareció, de lo. que les
podia suceder con los nuestros, de cuya entrada ya les
habia llegado la voz. Puso perpleja
á
nuestra gente la_
dificul~osísima
subida, hastaque, exhortándolos el licen–
cenciado Vadillo, diciendo ser necesario apear la difi- .
cultad de aquella fortaleza, pues. sin duda por pare–
cerles
á
los indios ser mucha, tenian allí recogidos
todos sus b.ienes,
y
que era propio de españoles poner
el pecho
á
las mayores dificultades, se determinó á ser
el primero que emprendiese aquella, esforzándose con
esto tanto todos, que ya les parecia mucha tardanza el
detenerse
á
armarse, como lo hicieron, de sus escaupi–
les, rodelas embrazadas, cascos, morriones, esc.opetas'
buena municion y ballestas bien arponadas·; y con
órden de que fuese delante un rodelero y detrás un
arcabuz ó ballesta, comenzaron
á
subir el recuesto)
yendo primero un Noguerol., mancebo valiente y de
grandes brios.
'~
"Seguia- sus pasos Juan de Orozco, y tras él Her–
nando de Rojas-que ámbos
á
dos fueron despues
vecinos de la ciudad de Tunja, donde murieron;–
iban tras .éstos enhilados los demás, y al postre, los ca–
ballos armados de algodon colchado que tenian dis–
puesto para el efecto. .No hahia concavidad en la subi-