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LXXXIV
Prólogo.
llegó
el
2
5
de juJio,
y
de Panamá se restituyó en Car–
tagena ''á dar cuenta ante el licenciado Santa Cruz de
sí
y
de los males que dél se habian dicho en su
ausencia"
(a).
El marqués don Francisco Pizarro, t,an luégo como
supo que Sebastian 'de Belalcázar, su teniente de go–
bernador en Quito, habia abandonado esta prdvincia
por las tierras que nuevamente descubria más
al
norte, en
la
de Popayan, intentando eximirse de su
jurisdiccion, mandó secretamente contra él
á
Lorenzo
de Aldana con poderes para prenderle, cortarle la ca–
beza, en caso necesario,
y
en ese
y
en cualquier otro
(a)
Dice Juan de Castellanos al fin del canto VII de la
Historia de
Cartagena,
que al llegar Vadillo
á
Panamá, por órden del licenciado
Santa Cruz, se apoderaron de su persona y lo llevaron con grillos y
p~i
-
siones á Cartagena; que su residencia anduvo muy complicada y dificul–
tosa; que apeló de la sentencia y fué remitido bajo buena guarda
á
Cas–
tilla, donde la apelacion duró veinte años, etc. Pero Vadillo, ni en la
carta á su amigo Francisco de Avila, vecino de Santo Domingo, que
trasladó en su historia Gonzalo Fernández de Oviedo, ni en otra al Empe–
rador fecha en Santo Domingo de la Española á
22
de agosto de
1)40
(Col. Muñ., t.
82,
f.
0
143),
dice una palabra de aquel atropello; en
esta última escribe sólo lo siguiente: «Detúveme en Cart:agena más de
lo que pensaba, porque, con la buena voluntad que hallaron en el licen–
ciado Santa Cruz y sus oficiales, no faltaron émulos que intentaran mo–
lestarme. Al cabo, llegado
el
obispo de aquella provincia (don Jerónimo
de Loaisa, despues obispo de Los Reyes), me despaché y salí á principios
de mayo; con tiempos contrarios he tarélado en venir hasta cuasi mediado
agosto.»-Un año más tarde, el
28
de noviembre de
1541,
escribía al
Emperador
el
obispo de Santo Domingo
y
presidente de la Audiencia,