do lo favorable qne era el clima de la ·isla
Española, dedicáronse
á
su cultivo otros
pobladores, estableciendo trapiches para
la elaboración del azúcar. Pensóse enton–
ces en llevar negros-aunque ya los ha–
bía en la isla-para el servicio de los tra–
piches,
y
probóles el temperamento tan
bien que era creencia general, dice el cro–
nista Herrera-que si no acontecía ahorcar
al negro, nnnca moría, porque no se ha–
bía visto ninguno que de enfermedad aca–
base. El abnso de menjurjes preparados
del sumo de la caña causó, sin ernbargo,
grandes estragos entre los descendientes
de Cam.
El gran número de esclavos introdu–
cidos en las Antillas alarmó á los con–
quistadores, quienes temieron un alza–
miento, y entonces, en i506, se prohibió
por una cédula su importación,
á
la vez
que por otra, de igual fecha, se les permi–
tía casarse; para lo cual, años después, en
151
7, por otra real cédula se prescri bfa
que de cada partida que se importase la
tercera parte fuese de hembras.
No carecían de fundamento los temo–
res de los colonizadores, pues fueron fre–
cuentes los alzamientos de negros desde
los primeros tiempos de la conquista. El