Capítulo XXIII.
que había oido
á
Gaspar Rodríguez y
á
los demás
(a);
por las cuales nuevas, cesando ya su querer ir
á
los
Chárcas, incitaba los ánimos de los vecinos para que le
eligiesen por procurador g\.,neral, para defender que
las leyes no se cumpliesen, y suplicar para ante S. M.
Por aquí puede ver el lector este mundo cuan frágil
y deleznable es, pues tantos movimientos hay en cada
hora que eh él vivimos, pues estando Gonzalo Pizarro
con voluntad de se volver;
é
los del Cuzco sin ninguna
de le rescibir por procurador ni dalle otro ningun
cargo, hubieron de venir los vecinos que de Lima sa–
lieron para alterar su cibdad, é quel otro con la cobdi–
cia del mandar desease se ver metido en tal mando,
que pudiese como superior de todos ir
á
la cibdad de
Los Reyes á echar al visorey della, y despues, por virtud
de la cláusola del testamento del marqués, su hermano,
hacerse rescibir por gobernador. El
g~an
Pompeyo, pa–
sado Julio César el Rubicon,
foé
recibido por capitan
general contra él, y estando en la Grecia, por parecer
del cónsul Lentulio, le fué dada comision para poder
hacer gente, y nombrar capitanes
y
despachar flotas
contra aquel que ya tenían por enemigo
y
se habia
nombrado contra su cibdad. Los simples y gentes de
todas naciones, como vieron el mandamiento del se–
nado romano,
y
quel gran Pompeyo era nombrado
por defensor de la república y capitan general, fácil–
mente se movian
á
seguir aquella opinion, creyendo
(a)
Herrera alteró este pasaje, suponiendo que el alboroto
fué
por ha–
ber mostrado Gonzalo Pizarro las cartas,
y
no ántes.