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.
Carta
~e Euch~ri~.
d
.. •
d.
es que oyendo las criaturas
tn ·
huyen
y
escapan e su
JUrts 1-
sensibles,
dadas para
ayudai
de cion ;.
y·
están encerrados
en
ella':
los hombres,: una· sola palabra van fuera ·con sµs im<lgillacio-
, de· Dios en el -principio· .de su aes;·
y
quedan dentro
de
su tri–
creacion ,. de· lo que habian de· bunal. Porque·si. tiene derecho
hacer en todos los siglos veni- el hombre para
segu.irsu escla–
déroS',.. nunca' de· ellas· se olvi- vo fogitivo,
y
redu'Cirle
á
ser.
dan,. ni jamás le d'esobedecen-;
y
vidumbre ;·
i
no guardará
á
sf
nosotros,.
para~
quie·n tantos· vo- mesmo este derecho el Señor de
lúmenes d·e libros de·
.Escritura' los·señores ,.
á
quien
por sí solo
sagrada son escritos·,
y
tan- re• pertenece 1egftimo señorío sobre
petidas reyes·
SOU'
establecicfas
todos los
mortales
l
i
Porqué
no
{que es singular privffeg,io
de
hará:
jústicia
por sí, co :no ha–
los
hombTes):
no·.
obed
1
eceremos:
ce por
otros, el justo
jue~ ~
á
0
nuestro hacedor, siquiera
guia·
dos por las cosas que fueron he–
C'lra-s· para nuestro servido :.ma–
yormente siendo grande
desva–
río atreverse el hombre
á
des-·
ot'.»ed'ecer·
á
su
ios ; sabiendo·
t}.ue
aunque·
no·
ame sq·
15fi
nne~
chor,
i
no se líbrará:
p0r
eso
de·
las manos de su Señor'l Porque–
i
dónde' se
escond·erán
los que
huyen de Dios
1
!
D'ónde me es··
conder~·
de· tu espíritu' ( deda
David) (a)
ó
dónde huiré, que
no
me
vea
tu.
car.a.~
Si
al
Cie!o–
suoit're·,
(U
estas allí , si
deseen·
diere
al infierno'
am
estás
pre–
sente
:
si volare tan ligero co·–
rno paloma ,.
y
pasase
~ilende
de·
la
mar,
alli me
prende1·á
y
trae·
rá tu
mano
derecha. Asi
que,
quier~ri
6 no quieran ,.
lo~
que
con
la
voluntad se apartan
del
universal
Señor ·, que por
dere.
cho·
y
con execucion
caerán eu
sus ma·nos. Ellos están lejos de
él con sus aficiones : mas él ec;tá
sobre ·ellos con su poder. Y con
graude desatino
·paréceles que
P
Ero
no·solamente han de
i11·
clin·ar nuestros afectos las
cosas
que
vemos:- tambien
tene–
mos orejas.
con que· o
y
amos
Iai
promesas dívfoas ':
que
no tie–
nen menor fuerza para
incitar
nuestros- corazones·. Considere·
rnos
con· atencion
y
diligencia
lo que se nos enseña ;
y
con fir–
me· crédito
y
entrañables deseos
esperemos lo que se ·nos prome–
te.
El
ha<;edor de
todas
las
cosas
que vemos, nos
da
fé
de
las
q~e
no· vemos.
Y
si
los ojos
exerc1·
tamos sábia
y·
provechosamente:
si la admiraci'on que nos causa la
máquina del
mundo· ,
endereza–
mos al
conocimiento
de su
att–
tor ,.
y
por
esta via
contempla·
mos quan resplandeciente luz
s~
r1:presentará
á
n11estros ojos
en
Ja ciudad
celestial ,
pues en la
tierra vil una pequeña ce_ntella
reverbera nuestra vista:
51
con–
jeturamos quan deleytable her-
mo·
Ps.138.