Carta de Eucherio.
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ro
ni gozarán de los eternos. Aqui rar,
(y
segun arrib1 mo
H
ré)
tienen poco de posesion : para vale mas la esperanza de lasco–
lo celestial no tienen títnlo. Por sas celestiales que la pose ion de
cierto es
cJe~ventura~o
y
mucho
l~s t~rrenas.
Y
quien lo coatra–
de doler
tal
estado,
s1
no hace el
no
st~nte,
no tiene sano juicio
hombre de esta cruel necesidad de los bienes del mundo; porque
provechosa virtud , mudando
la
los
trae tanto
sobre
los ojos que
aficion ,
y
enderezando sus ca-
no los ve : como claramente
ex–
minos al bien soberano. Porque perirnentamos si alguna cosa
de otra manera , los intereses de pegamos en la niña del ojo,
esta vida están asi destruidos, que que no la podemos ver: la qual
quien no busca el bien eterno, apartada
á
distancia convenien–
ambos los pierde. Y puesto que
te vemos distintamente. Asi acae–
algo
se
pueden gozar en esta vi-
ce en la estima delos
bi ·~nes
mun–
da,
y
al¡,o valiesen , como
á
sus
danos
que por traerlos tan den.
seguidore~
parece; mas es de
tro de nos, agravan nuestro en–
estimar la esper
a . cierta de
teudimiento,
y
no
los
conoce–
los grandes biene , que la pose - mos:
y
de los celestiales, qne es–
sion de los pequeños: como te
cán
apartados, juzgamos
con
mostraré por este
e~emplo:
Si mas clara vista. Y la esperanza
á
un.hombre prometiese un gran- que te
he
dicho de los bienes
ve–
de
Señor
de dará su escogimien-
nideros , no es vana ; pues nues–
to,
ó
en este día cij)co monedas,
tro Señor
Jesu Christo, asáz
ó
mañana quinientas : o en este abonado prometedor,
nos
la cer–
dia un vaso de cobr.e ,
ó
maña-
tificó :el qua! prometió
á
los po–
_na un joyel de oro; escogeria bres renunciado res del mundo
.ciertamente este hombre lo mas el Reyno de los Cielos,
y
co·
• precioso, a.unque fuese con pe-
piosísimos premios de
Ja
eterni–
queña tardanza. Pues de esta dad. Y para entera seguridad,
manera considerando tu la bre-
en
su persona
vino
á
trcl tar con
vedad de esta vida, no
te
con-
nosotros por cJ inefable sacra–
tentes con lo vil, pudiendo es· mento, de la humana naturale–
perar lo
muy
valeroso.
Cé¡l
el za
que juntó
con
la
suya
Divina,
tnundo no tiene mas qu: dar de
restituyéndono~,
á
la am.istad
lo que vemos
y
receb1mos:
y
del Padre , hac1endose med1ane–
por eso no se ha de esperar de ro entre Dios
y
los
hombres,
él otra cosa de mayor precio: como particionero de ambas na–
pues lo que poseemos, ya no lo
turalezas ;
y
libró
to~o
el mun·
e~peramos.
A los
bienes venide-
do por el alto
mistcr10 ,
nunca
ros se
hao
de pasar todas las es-
encera
menee
conocido~
de
su pa–
peraazas del siglo; pues en
lo sion , de Ja grande deuda
á
que
temporal no
hay
mas
que
espe·
estaba obligado. Y (como
~l
Ggg
2
Apos·