CAPÍTULO FINAL
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que historiamos, a todas las autoridades civiles, desde el
Virei abajo,
i
aun a las eclesiásticas, serian difíciles de con–
tar; pero es tan característico bajo este aspecto i a la vez tan
gráfico el conocilniento de esta fase de la vida del Tribunal
del Santo Oficio de Lima, que no podemos ménos de eón–
signar aquf como comprobantes de nuestro aserto,·fieles al'
sistema de no avanzar un hecho sin justificarlo en seguida,
algunos casos que sirvan para a"!Jtorizar lo que 'acabamos
de espresar.
· El intéresantísimo espediente de visita de Juan Ruiz
el~
Prado, que, com,o se. tendrá presente; comprende en sus ob-·
servaciones solo los veinté años · primeros de la exis–
tencia de la Incpiisicion en el Perú, nos suministra algu–
nos pormenores dignos de recordarse. Consta, en
efecto~ ·
de ese documento que en el breve espacio de tiempo en·
que, por diferentes causas ya
indicadas~
los dependientes
del
Tr~bunal
eran mucho uiénos numerosos de lo qúe des–
pues lo fueron, se habían tramitado ciento sesenta
i
cinco
causas civiles i no ménos de cincuenta i siete criminales
contra familiares i comisarios, en que, salvo rarísimas·e.s–
cepciones, éstos habian quedado siempre impunes o triun.:
fantes. Pedro Tenorio, familiar, mató a un esclavo de
Francisco Pedroso, i quedó sin castigo. Martín de Valencia,
que tenia igual títuld en Potosí, tuvo una pendencia con
L,uis Vasquez, ·en que éstesa:Iíó herido, se 'pidió el espedien–
te a la justicia ordinaria, i nada se hizo. Otro tarito suce–
dió en Lima con Diego
ele
Carvajal, el
pri~ero
que tu- ·
vo la vara de alguacil mayor. José Gutierrez, mató en ·
Potósí a Tomas Jinés i resultó impune.
Francisco Cervantes, criado de Gutierrez de Ulloa, dió
a ·traicion, en la cabeza, a Andres de Velasco, ·un golpe con
la espada desnuda,
i
estando convencido del caso, por la
justicia ordinaria, reclamó el especliente el eon1isario, i con
ésto se terminó el proceso, porque el ofendido manifestó
que ya nada tenia que pedir.
Francisco Bucar de Zumaiga, por un delito idéntico,
fué dado en fiado libremente. En
Gua~anga,
Antonio Ma–
ñueco, hombre nque se tocaba del vino," fué a matar a su
casa a Gonzalo Isidro, nsobre hecho i caso pensado, con
armas ofensivas
i
defensivas," i nadie se atrevió a mover