CAPÍTULO XXV
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se tuviese por juez para todos tres a la persona que el Vi–
rei elijjese.
Calderon, que fué el prime:ro en recibir el anuncio de su
repo~icion,
se fué acercando inmediatamente a Lima; es–
cribió al Virei poniendo el hecho en su noticia, i como és- ·
te le contestase que por su parte no habia recibido despa–
cho alguno, hizo propios al Obisp0 de Trujillo por si por
algun acaso le hubiésen llegado a él. Arribaron, al fin, por
la via de Chile, los anhelados pliegos, i en el acto, el dia
cuatro de marzo, entrarbn a la ciudad Calderon i
Unda~
con comitiva de tres coches, chirimías, cajas, n1atracas,
i
con acompañamiento de multitud de negros i mulatas,'' por
su naturaleza escandalosas," que iban derramando flores i
victoreando la funcion por las calles i plazuelas. De esta
manera llegaron los inquisidores a palacio, a cuyos corre–
dores salieron los ministros del Rei, que estaban en au–
diencia, i el misn1o Virei para dar órden que se apartase
la chusnla, que
<t
la salida de los recien llegados siguió
aclamándolos, al son· de los repiques de campanas de los
monasterios de monjas, donde aquellos eran patronos o
tenian sus hijas, hasta restituirse a sus casas, continuando
por las calles todo aquel dia i el siguiente los vítores de
los negros i mulatas.
Arenaza se vió así. obligado a sufrir el triunfo de sus·
colegas, cuyos partidarios ''Voceaban descaradamente ha–
berlo obtenido al crecido costo i dispendio de noventa mil ,
pesos, que decian unos, o de ciento treinta mil que decian ·
otros, gastados por Calderon en el recurso.
11 27
El Virei trató luego de ver modo de desempeñar la co–
mision que se le confiaba., aunque, segun lo afirmaba al
Consejo poco despues, no le habia sido ,posible encontrar·
persona que se hubiese querido encargar de tan espinoso
cometido
28 :
lo que aseguraba Calderon, no pasaba de ser
27.
Breve resúmen con algunas
r~flexiones
del oríJen de la visita, etc:,
impreso, fol. 9.
·
28.
Carta
de 1.
0
de marzo de 1751. «En esta ciudad
y
su Cabildo
eclesiástico, refiere Manso, habin: sujetos que podian llenar la comision,
mas no fué posible que ninguno la aceptase,
y
a cuantos procuré per–
suadir me representaron que a vista del modo con que se babia tratado
al señor Arenaza, concebían la visita peligrosa
y
espuesta,
por~ue
des-