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CAPÍTULO XXI

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Suarez de Figueroa al Consejo que se requerían en lo de

adelante ministros versados, de proporcionada edad, sa–

lud

i

fuerzas, que pudiesen aplicarse con eficacia al despa–

cho de tantos asuntos.

I..Ja resolucion que esta advertencia mereció no fué, sin

embargo, de las mas acertadas, ascendiéndose a inquisi–

dor a Ponte Andrade, i non1brándose en su lugar a Gas–

par Ibañez de Segovia, que había pasado al curato del

Callao, despues de servir el de Uhilca, rrdonde me retiró,

contaba, el deseo de abandonar el árduo camino de escue–

las

y

cátedras, que seguí por espacio de veinte años, vis–

tiendo la beca de colegial mayor de San Felipe el Real de

Lima, donde fuí dos veces su rector,

y

desde donde obtuve

la cátedra de Digesto vieJo en esta Real Universidad, que

regenté por tiempo de mas ele diez años

y

dejé por lograr

el estado sacerdotal que ansiosan1ente deseaba, en mas

quietud que permite la turbulenta fatiga de la palestra

literaria.,,

Junto con estos nombramientos entró la zizaña en el

seno del Tribunal. Los títulos de los nombrados eran de

igual fecha, pero Ibañez recibió el suyo de manos de un

pasajero i no por la via ordinaria de los galeones, siendo

admitido en el acto a jurar su cargo. Junto con esto, man–

dó Suarez de Figueroa· que se quitase a Ponte Andrade

su asiento en la sala i en la capilla, i que el receptor no

le pagase su sueldo. Llegó al fin el título a Ponte,

i

como

estaba tullido, hizo que como ántes solía acostun1brarlo,

le bajasen en una silla sus criados i que le colocasen. al

lado derecho del asiento que ocupaba Suarez, ántes de que

alguien llegase a los estrados para presenciar-el espectáculo

del mísero estado en que se hallaba. Suarez, que aquel dia

tenia anuneiado que no asistiría a la audiencia, fué lla–

mado ,en persona por Ibañez,

i

entrando al parecer mui

colérico en la sala, comenzó por decir que Ponte rrse baja–

ba al Tribunal sin mas ni mas."

Estos procedimientos de Suarez no tenian, sin embar–

go, mas objeto que obtener para su amigo Ibañez la anti–

güedad del título, que, ademas de las prerrogativas inhe–

rentes al cargo, le permitiría gozar de un aurnento de mil