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LA INQUISICION DE LIMA

ar;otes,

y

a los dos 1Uti?nos a quatrocientos a9otes,

y

des–

terTados de las Indias paTa los reynos de España, don–

de sirvan en las galeras de Su Magestad de galeotes al

remo y sin sueldo. Quien tal haze, que tal pague.

"Fueron los ajusticiados dende la Inquisiciou por las

calles derechas a la del Ar9obispo hasta la pla9a mayor,

y

atravesándola toda por delante de Palacio, llegaron hasta

Santo Domingo; dende allí fueron por la calle de las Man–

tas

y

calle ele Mercaderes hasta el convento de Nuestra

Señora de las Nlercedes, siguiendo su calle a torcer por la

de los Ampueros y calle d.e Roperos, hasta la esquina de

la iglesia Catedral; dende aquí continuaron hasta el mo–

nasterio de monjas de la Ooncepcion,

y

de allí llegaron al

Santo Oficio.

·

nAunque eran tantos los a9otados, llevavan todo con–

cierto

y

ninguna confusion, porque ivan acompañados ele

n1uchos familiares y los repartieron de diez en diez. Con

los primeros iva el verdugo principal, que estuvo un año

y

1nedio en el Santo Oficio encerrado continuan1ente

1niéntras duraron sus diligencias; con los otros veinte ivan

otros dos,

y

por cada lado una hilera de soldados que les

ivan haziendo eseolta en forma de procesion,

y

dctras de

todos, acotnpañado del resto de familiares, iva el capitan

don Juan Tello Sotomayor, alguacil mayor del Santo Ofi–

cio, que fué el execntor de tan gran castigo. Quiera Dios

sea de escarmiento para sen1ejante gente

y

para que no

aya quien levante falsos testimonios.

LAUS DEO."

En los momentos de la celebracion de la fiesta: cuando

se leian las sentencias, ocurrió un incidente que cuenta

tambien Montesinos i que eleben1os señalar aquí. rrSaliendo

al cadalso, dice, tres· cuñados, Manuel Bautista Perez, a

quien todos llamaban el capitan grande (era vicario de

Moysen)

y

Sebastian Duarte,

y

Garcia Vaez, éste con in–

signias de reconciliado, los otros de quemados, por nega–

tivos, ofreeióse al ir el Dua.rte a la gradilla a oir senten–

tencia., passar por muy cerca del Manuel Bautista, con

notable afecto se dieron el uno al otro, y el otro al otro,

el

oscu.lunt pacis

juclayco, sin que se pudiesse estorbar,

y se enternecieron como sectaricos de una ley e igual–

mente sentenciados, dándose el parabien de su firmeza