CAPÍTrLO Xi
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secreto confió Ulloa la facultad de dársela
i
que recibió ''Con
mucha humildad11, quedando, segun espresaba, desue ese
di a en gran tranquilidad de ánin1o, hasta .que reclamando
testimonio del hecho se encontró con que no lo pudo ob–
tener, por cuanto el guardian de San Francisco se negaba
a dárselo, en virtud de órdenes de Prado, quien para ello
se escusaba con que por su parte no habia conferido a
Malina se1nej ante comision; 11
y
con solo ésto, concluía el
Virei, n1e he abstenido de oir misa
y
de la comunicacion
de los santos sacramentos hasta hoy, que ha mas ele un
mes,
y
solamente oí misa el dia de San Francisco, con
permiso quo tuve para ello." Eso sí que en cuanto a dar ·
a Salinas la satisfctccion que los inquisidores le exijian, el
magnate se sostenía firme en su negativa, obteniendo de
ellos al fin, despues varias dilijencias, que le enviasen nue–
va absolucion por mano del vicario j eneral del arzobis–
pado.
Los inquisidores a quienes tan buen resultado habia
producido semejante desacato a la real soberanía, se con–
sideraron autorizados desde entónces para seguir humi–
llando dia a dia al anciano Virei, tanto que
~ste
hallándose
ya en la Habana i fuera de su alcance, aunque con escrú–
pulos de haber dejado un tanto ajada la ,dignidad de su
puesto en aquel lance en que tan débil se mostrara, como ·
ten1eroRo de los reproches que su conducta pudiera me–
recerle en la corte, no podía ménos de acudir al monarca
dándole cuenta de sus tribulaciones i pidiéndole amparo
para las venganzas que contra él pudieran intentar Sali–
nas i sus patrocinadores.
u
Tratando como traté a ]o último de mi gobierno, decia,
de que se hiciese a Vuestra Magestad servicio por aquel
rey no para la guerra de Ynglaterra, y entendiendo que fuera
de gran proveeho para él que Jos
~los
tribunales de la Real
Audiencia
y
Sancto Officio, hicieran alguno, por pequeño
que fuera, lo propuse a la dicha Audiencia en acuerdo, la
cual, aunque no acudió a ello, con efecto, dió algunas cau–
sas que le parecian justas para no hacerlo,
y
a los dichos
ynquisidores envié a pedir, con el doctor Castillo
y
licen–
ciado Maldonado, oidores,
y
licenciado Marañan, alcaldes,
consultores del Sancto Oficio, que me viesen, porque tenia