CAPÍTULO IX
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Juan Lorenzo, flamenco, enviado de Panamá, por ha–
berse defendido bien, solo tuvo tres años de carcelería en
la capital
Diego Lorenzo, hermano del anterior, abjuró
de levi.
Juan Angulo de Cabrera, fraile domínico, por solici–
tante.
Sebastian de Herrera, clérigo, cuyas desvergüenzas fue–
ron muchas, abjuró
de levi
i
oyó una misa en forma de
penitente.
Giles Flambel, flamenco, sufrió jgual pena.
Murieron pendientes sus causas o se rnandaron suspen–
der las de Diego Ran1os, Diego Rodríguez de la Rosa, el
doctor Juan Luis de Heredia, el bachiller Pedro de Leon,
Fr.
Pedro Rengel, Tomás Catalan, Liquina de Padilla
i
Di(:lgo Hernandez de Córdoba.
Antonio Tavares, clérigo, porque habia dicho que Fran–
cisco de Urquizu, dean de la Plata
i
comisario del Santo
Ohcio, era un borracho, bellaco, ladron, amancebado pú–
blico, esealador de n1onasterios, apaleado i afrentado, sa–
crílego, adúltero, simoníaco, etc., pagó doscientos pesos.
El
bachaler Baltasar Sanchez por haber escrito una
carta a los Inquisidores, espresándose del comisario en tér–
minos análogos, fué multado en quinientos pesos.
Diego de Frias Miranda que negaba que la simple for-
~
nicacion fuese pecado.
'
Ana, negra, porque en Panamá rasguñó la cara de
un
cristo con un clavo.
El bachiller Diego Ortiz de Mena, abogado de Trujillo,
que sostenía que un reo podía negar la verdad.
Cristóbal Sanchez de Ceballos, porque decia la misa sin
mirar el misal.
Pedro Sanchez, mestizo, platero, por renegar de Dios.
Cristóbal Calvache, vecino de Quito, que enojado, sos–
tenia ·que Dios no podia hacerle m
erced aunque quisiese.
El bachiller Jerónimo Rodriguez Zambra.no porque pre–
dicando en el Cuzco dijo que el evanjelio del rico avarien–
t? era parábola, comedia o trajicomedia,
i
otras proposi–
Ciones.
Fr. D.iego Pizarra que pretendía irse al cielo por solo
los méritos de Jesucristo.