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CAP. II-EL PRI.\IER HEREJE

3:S

mana de la mujer de Escobar suministró ámplios

datos acerca de su familia, inclusos los parientes da

sus abuelos, que eran caballeros naturales de Sa–

hagún, tenidos por cristianos viejos é hijodalgos,

como lo era el mismo reo, «buen cristiano, teme–

roso de Dios

y

de su conciencia;» el de Pedro de

Burgos, con quien se había conocido desde niño

en el puerto de Santa María; el de Pedro de Mi–

randa, que expuso tenía á Escobar «por buen cris–

tiano

y

caritativo

y

era tenido públicamente entre

todos los de su tierra que le conocían por cristiano

viejo hijodalgo;» Sobastían Vásqnez,

y

Pedro de

ArLaño que se había venido con él á Chile;

y

por

fin, Juan Benitez que expresó que ael dicho Alon–

so ele Escobar sabía ser cristiano viejo de todos

cuatro costados.»

Estos

y

otros testigos no menos calificados, como

el licenciado Bravo, Pedro de Villagrán, etc., es–

tuvieron, pues, contestes en afirmar que no podía

cludarse en manera alguna de los buenos antece–

dentes del acusado.

Pero al mismo tiempo que Escobar justificaba

su rancio catolicismo, en su interrogatorio había

incluído dos preguntas enderezadas contra fray

Gil que habían de ser en parte, según hemos de

verlo, causa de un proceso harto grave

y

ruidoso .

Hallóse, pues, así el visitador Paredes, rendida

la prueba de las partes, conociendo de un negocio

mucho más difícil de resolYer de lo que en un

principio acaso se lo imaginara,

y

á fin de salvar

tamaña dificultad dictó una providencia para que

las partes nombrasen cada una juez acompañado

con quien asociarse, lo que motivó una apelación